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La necesidad del diálogo sinodal de la catequesis con las demás actividades evangelizadoras de la Iglesia

Por Sor Lourdes Martínez Arcángel, HHA. Miembro del Laboratorio de Catequesis del CELAM

El cambio de época que estamos asistiendo, ha querido vendernos la idea de que en solitario se vive mejor. El individualismo va ganando terreno en la medida que avanza y se consolida a paso de gigante la era de revolución cultural y tecnológica. Esta realidad se manifiesta en un cierto aislamiento, donde cada quien marca su espacio, seleccionando cuidadosamente lo que quiere ver, escuchar, comer y celebrar y, de manera selectiva; con quién celebrar.

A este ritmo la vida se hace más pesada y carente de sentido, provocando un cierto vacío existencial. Esta realidad   se puede constatar en todos los ámbitos tanto social como eclesial-pastoral. En este contexto, la catequesis está llamada a superar la crisis de la transmisión de la fe. Pero ¿Cómo lograrlo? Para lograrlo es necesario tomar en cuenta dos grandes factores: La Pastoral orgánica y la Sinodalidad.

Pastoral orgánica

Para superar la crisis de la transmisión de la fe, la catequesis ha de ubicarse al interno del proceso de evangelización y entrar en diálogo y comunión con las diferentes áreas de la pastoral, ya que toda la acción pastoral tiende a que la comunidad eclesial crezca en tres niveles esenciales: como comunidad profética, litúrgica, y diaconal o de servicio a la caridad. Para alcanzar este propósito es necesario una armonía de la acción evangelizadora entre los diversos ministerios y agentes de pastoral (Cf. Esquerda1998, 560-562). Así lo expone el Directorio para la Catequesis:

“La necesidad de una pastoral orgánica requiere la coordinación de la catequesis con las demás actividades evangelizadoras. Es oportuno entonces que en la Iglesia particular se organice una comisión de iniciación cristiana, en la que confluyan la pastoral del primer anuncio y la catequesis, la pastoral litúrgica y la Cáritas, las asociaciones y los movimientos laicales…”(DC, 421).

Estas fuerzas vivas de la comunidad eclesial, necesitan ser tomadas en cuenta por la catequesis de manera activa, no pasiva. Ellas son al mismo tiempo destino y sujeto de la acción catequística, por lo que el diálogo con los diferentes grupos apostólicos, movimientos y demás actividades pastorales, permitirá que el mensaje, como levadura en la masa (Mt 13, 33), impregne todo el ser y que hacer de la Iglesia. Desde esta perspectiva la catequesis se direcciona al interno del proceso de evangelización en todas sus etapas: Misionera con el anuncio Kerigmático, como proceso en un itinerario de iniciación a la vida cristiana o discipulado para conocer y profundizar la fe y como proceso mistagógico, en la catequesis permanente, enfatizando en esta etapa una seria catequesis de adultos.

De lo dicho anteriormente, nos urge responder a la pregunta: ¿Cómo lograr este diálogo y cómo integrar las diferentes actividades de la acción pastoral a participar activamente en comunión con la pastoral catequística? Como respuesta a esta pregunta, podemos decir que la sinodalidad es la clave, es la vía y el camino seguro para que la catequesis pueda armonizar con todo el accionar pastoral.

La Sinodalidad

Nos encontramos en el epicentro del ambiente sinodal. hoy todos respiramos el aire fresco del soplo del Espíritu Santo que aletea fuerte en el corazón de la Iglesia, la cual bajo la sabia guía del Papa Francisco nos invita a la oración, al diálogo, la escucha y discernimiento en común, para juntos descubrir hacia donde debe dirigirse la Iglesia, de manera que pueda responder a los grandes desafíos que presenta la transformación del mundo, por lo que para que la Pastoral catequística logre la incorporación de los diferentes actores que dinamizan la vida eclesial, ha de subir al tren de la Sinodalidad.

De acuerdo a la Comisión Teológica Internacional, la sinodalidad hace referencia: “A la corresponsabilidad y a la participación de todo el Pueblo de Dios en la vida y la misión de la Iglesia”.

“Las pequeñas comunidades cristiana promovidas por el Plan Nacional de Pastoral son espacios para vivir y crecer en la espiritualidad sinodal, en la medida que apoyadas en la Palabra de Dios e iluminadas por el Espíritu Santo, sus miembros, inspirados en las primeras comunidades, comparten tanto los bienes materiales como espirituales. Esto exige priorizar los proyectos comunitarios por encima de los proyectos grupales o personales, para asumir los de Cristo y los de la Iglesia” (Conferencia del Episcopado Dominicano, CED. Carta Pastoral La sinodalidad, camino de identidad eclesial, 2023, 45).

En esta dinámica, la catequesis está llamada a expandir su franja reflexiva y dar participación activa a los fieles, constituyendo espacios de encuentro con el fin de reflexionar sobre la situación actual de la catequesis misma, y donde cada uno pueda aportar lo mejor de sí, para mejorar dicha pastoral. Si hasta ahora la catequesis se organizaba desde un proyecto aislado, hoy día, tiene por delante el reto de dar participación a las demás actividades pastorales, para que, desde su propia naturaleza de servicio y espiritualidad se conviertan en hogares idóneos para la catequesis.

Como ya ha señalado el Directorio para la Catequesis, en el texto señalado anteriormente, en la estructura de la catequesis nacional, diocesana, zonal y parroquial, todas las actividades pastorales han de estar representadas en las comisiones de catequesis establecidas. Esto significa que muchas de nuestras iglesias particulares, se verán obligadas a repensar su estructura organizacional. Ahora bien, todo esto conlleva la superación del individualismo y el reconocimiento del potencial de los otros. Pero, ¿Es ésta una tarea fácil de alcanzar? ¿Qué necesitamos para lograrlo?

La Conversión Pastoral y catequesis

Ninguna acción, por simple que parezca, se logra sin esfuerzo y, la que nos ocupa es una tarea muy compleja, ¡pero alcanzable!; sin embargo exige una autentica y significativa conversión pastoral. En este sentido la sinodalidad hace un constante llamado a la conversión personal y pastoral, “consciente de que sin conversón del corazón y de la mente, y sin un adiestramiento ascético la acogida y la escucha reciproca de todos los fieles, se corre el riesgo de que se convierta en mecanismos exteriores de comunión, que podrían hasta transformarse en simples máscaras sin corazón ni rostros”. El Documento de parecido se refiere a la conversión Pastoral con los siguientes términos:

La conversión pastoral requiere que las comunidades eclesiales sean comunidades de discípulos misioneros en torno a Jesucristo Maestro y Pastor. De allí nace la actitud de apertura, de diálogo y disponibilidad para promover la corresponsabilidad y participación efectiva de todos los fieles en la vida de las comunidades cristianas. Hoy más que nunca el testimonio de comunión eclesial y la santidad son una urgencia pastoral. La programación pastoral ha de inspirarse en el mandamiento nuevo del amor (cf. Jn 13, 35). (DA, 368).

La Conversión Pastoral para la catequesis significa, romper esquemas obsoletos, mejorar lenguajes y la narrativa, revisar estructuras y el modo de entender la catequesis, pasar de una catequesis de corte sacramentalista y de adoctrinamiento a una catequesis como proceso de formación a la vida cristiana con una transversalidad mistagógica.

Significa, también, dar el paso de una acción catequística con un determinado grupo de catequistas para niños, a una catequesis inclusiva que abarque las demás actividades de la acción pastoral y desemboque en un auténtico proceso de catequesis de adultos, sin descuidar las demás formas de catequesis.

Vencer el individualismo y embarcarse en un proyecto común, en el que los diferentes actores se sientan corresponsables del mimo y dispuestos a aportar lo que son y tienen, poniendo a disposición los dones y carismas recibidos. Dice una frase muy manoseada, pero siempre asertiva: “Solo se llega más rápido, pero juntos llegamos más lejos”.

Otra actitud que exige de conversión, es concebir la catequesis como una parcela propia, en la que cada parroquia implementa sus propios criterios, obviando las directrices establecidas por las autoridades competentes. La sinodalidad exige también la conversión personal.

El miedo, ¡oh miedo paralizador! El miedo para la catequesis es como una parálisis que entorpece. Es, en parte, lo que no permite dar el paso certero que necesita la catequesis para responder a las exigencias del cambio de época que se está asistiendo. Preferimos enfermarnos en nuestro caparazón a accidentarnos, como lo refiere el Papa Francisco, a impulsar una catequesis en salida. Vencer el miedo significa, también, tomar la firme decisión de salir de la zona de confort llamada “Siempre se ha hecho así” y abrirse nuevas propuestas y cambios oportunos y significativos.

La catequesis ha de convertirse también, de la práctica de ofrecer procesos catequísticos separados del Plan de Evangelización, exponiendo así a los interlocutores a hacer itinerarios a medias y sin redundancia en su compromiso cristiano, con débil  identidad cristiana y eclesial presentando una cierta apatía de seguir participando en la comunidad que vive y celebra su fe. En este sentido la Pastoral de la Catequesis tiene un grande desafío: Propiciar el espíritu sinodal, posibilitando una catequesis en salida y educar, por medio de la formación para que la sinodalidad sea la forma estable de ejercer su ministerio.

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