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Mauricio López: Etapa Continental, “una semilla que marque estos modos de ser Iglesia, ahora y en el futuro”

Este 31 de marzo ha concluido la Etapa Continental del Sínodo 2021-2024, una experiencia inédita en la historia de la Iglesia. El coordinador de esta etapa ha sido Mauricio López, que agradece al cardenal Grech la confianza para llevar a cabo este servicio, algo que asumió hace un año, poco después de estar con el cardenal Hummes, a quien considera un maestro, un hermano, un padre espiritual, que se encontraron en Oxford justamente en un evento sobre el Sínodo, cuando el secretario del Sínodo esbozó esta invitación para poder hacer este servicio asociado a la Etapa Continental del Sínodo.

 

Tejer juntos en una experiencia inédita

Una invitación que Mauricio recuerda que fue “a acompañar y a apoyar la preparación de esta fase inédita”. Mirando atrás, dice que “lo que más me conmovió es que era una invitación a tejer juntos, a encaminarnos en una experiencia inédita, donde la propia Secretaría y él mismo estaban comenzando una vivencia sin precedentes”. El coordinador de la Etapa Continental dice tener la impresión de que “había una valoración muy positiva de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, con una escucha extensa y también muy potente, y que por otro lado tuvo algunos indicios de comenzar con un discernimiento comunitario con todo el pueblo de Dios”.

También destaca que “era imposible no conectar con la vivencia del Sínodo amazónico, que abrió un modelo de escucha lo más amplio posible, con la participación diversa del pueblo de Dios en los procesos sinodales”. Mauricio recuerda su pedido muy explícito de ser un nombramiento no publicado, queriendo evitar una distracción fuerte de lo esencial, y junto con ello que el cardenal Grech fuera personalmente parte del proceso, dada la complejidad de las realidades de las 7 regiones o continentes, lo que consideraba sobrepasar sus capacidades o experiencia, a pesar de su experiencia internacional en la CVX. En tercer lugar, poder hacer este servicio desde Ecuador, lo que supuso frecuentes reuniones de madrugada.

Mauricio López recuerda que se comunicó con el cardenal Hollerich, “con quien ha crecido una cercanía y una amistad, diciéndole que esta iniciativa no podía ser con un modelo homologado, con un modelo impuesto desde arriba”, afirmando que el cardenal Grech también tenía esta visión. Desde la espiritualidad de los Ejercicios de San Ignacio, señala la existencia de las anotaciones, “que están como un preámbulo para quien vive los Ejercicios y para quien los acompaña, y ahí hay una serie de orientaciones para cuidar del proceso espiritual. No adelantarse en el camino, no imponer demás cuando acompañamos, esperar y aguardar cuando la persona necesita más tiempo, empujar un poco y animar cuando hay que hacerlo”.

 

Una experiencia de acompañamiento espiritual

Desde ahí insiste en que “toda la aproximación a la Etapa Continental para mí, como coordinador de la fuerza de trabajo de la misma ha sido una experiencia de acompañamiento espiritual”. En palabras de Mauricio López, “eso implicó muchos desafíos”, resaltando que “al inicio, quizás por mi ingenuidad, asumía que quizás con las convocatorias del Sínodo, del cardenal Grech, a cada uno de estos continentes y regiones, habría una respuesta inmediata, masiva, de todas las instancias animadoras de esas estructuras. La sorpresa es que no fue así”.

De hecho, no duda en afirmar que “no sólo había una cierta distancia del proceso, en algunos sitios debo decir que había una cierta objeción y en otros un temor de lo que podía implicar, una sobreposición con las tareas esenciales de estos continentes o regiones”, algo que ve como “un llamado a poner los pies en la tierra muy fuerte”, agradeciendo el apoyo de quienes integraban esta comisión: Susan Pascoe, de Australia, que también ha tenido una gran experiencia en este proceso de Sínodo; el padre Giacomo Costa, que tiene un rol fundamental en el acompañamiento de todo el proceso; el cardenal Grech y el apoyo de dos colaboradores jóvenes, Maike Sieben, de Alemania, y Pedro Paulo Weizenmann, de Brasil.

Lo vivido lo define como “una experiencia de confiar, confiar en el Espíritu, de escuchar, escuchar profundamente las necesidades de cada una de estas regiones, continentes, de dejarnos interpelar por sus propias necesidades, ritmos, posibilidades y tejer procesos que son inéditos”. Mauricio ve la experiencia de esta etapa como “de traje a la medida, cada caso distinto, con dos elementos esenciales, imprescindibles que estuvieron en todos los casos, primero el documento para la Etapa Continental como la materia de discernimiento, la materia esencial; segundo, el método de la conversación espiritual porque se ha tratado de una etapa para profundizar en la escucha, una escucha discernida de lo que el pueblo de Dios a nivel universal nos había ya expresado”.

 

Una vivencia de interculturalidad

Ante la diversidad de culturas y realidades, teniendo en cuenta la interculturalidad por la que aboga el Sínodo para la Amazonía, Mauricio López habla de “una espiritualidad situada en el marco y en el corazón del pueblo de Dios en cada una de las regiones o continentes”. En ese sentido, recuerda que “al poner en un mismo sitio, con una perspectiva de discernimiento en común, a esa porción pueblo de Dios en cada región o continente, ahí ya había una vivencia de interculturalidad”. Eso porque “no era común en algunos casos que se diera este tipo de encuentros improbables entre obispos y cardenales con el resto del pueblo de Dios, el laicado, mujeres, varones, religiosas, religiosos, presbíteros y diáconos, en un diálogo en condiciones de igualdad, de hermanos y de hermanas”.

La naturaleza de la interculturalidad tiene que ver con esa diversidad que estaba presente, incluso en algunos lugares con los distintos ritos de la Iglesia católica entrando en diálogo”, señala el coordinador de la Etapa Continental. A eso se une “la interculturalidad que implica las voces de las periferias, la expresión también de toda esta diversidad de ministerios, con dinámicas y realidades muy particulares, incluso en continentes más bien pequeños en dimensión como Europa, estamos hablando de 39 conferencias episcopales, 45 países, donde era evidente que las realidades culturales del Este, a las realidades culturales de Europa occidental eran muy marcadas, y este método, de cierto modo acortó distancias y de alguna manera, facilitó un diálogo que de otra modo no se hubiera dado”.

Desde ahí sostiene que “definitivamente hay una profundización de lo que es la experiencia de la interculturalidad, pero con un marco mucho mayor. La Iglesia que quiere ser cada vez más pueblo de Dios, a partir de las diferencias, diferencias que no son conceptuales, eran evidentes, también diferencias de origen, de identidad, de ministerio, también conceptuales y en esta búsqueda de encontrar caminos en común”. En palabras de Mauricio López, “obviamente en el caso de América Latina hay toda una experiencia vivida, hay décadas de vivencia, y ahí también pudimos observar una verdadera profundización de esta dimensión intercultural de la sinodalidad”.

 

Una Iglesia unidad en la diversidad

El coordinador de la Etapa Continental advierte que queda mucho por andar todavía, esperando que “esto sea una semilla que marque estos modos de ser Iglesia, ahora y en el futuro, pues esa es la esperanza de la mayoría de las personas que han participado, independientemente de los temas particulares, que son muy importantes, pero donde hay gran diversidad”. De ahí la idea de “una Iglesia unidad en la diversidad, donde podamos también favorecer el discernimiento en común, los encuentros interculturales, y esta diversidad de ministerios sentados en la mesa común de un solo pueblo de Dios”.

La aplicación de la conversación espiritual como método para llevar a cabo la Etapa Continental “fue una constatación a partir de la primera etapa del Sínodo”, afirma Mauricio López, recordando que fue una etapa diocesana y de las conferencias episcopales. Desde ahí recuerda que “en el vademécum, donde se sugiere una serie de orientaciones metodológicas, se propone la conversación espiritual como el posible método a trabajar en este Sínodo”. En palabras del coordinador de la Etapa Continental, “esto proviene de una convicción de la Secretaría, pero también de un trabajo de la comisión metodológica, de la cual tuve también el privilegio de participar con la hermana Nathalie Becquart y una serie de expertos de distintas regiones del mundo en temáticas metodológicas, pero sobre todo en la conversación espiritual”.

 

Una manera constructiva de favorecer estos acercamientos

Teniendo eso en cuenta, dice creer que “constatamos, incluso desde la apertura del Sínodo, donde tuvimos una primera vivencia de conversación espiritual, que este método permitiría en el momento actual de la Iglesia, no queremos ni idealizarlo ni sacralizarlo, pero en el momento actual de la Iglesia, donde hay tanta diversidad, fragmentación, rupturas, visiones distintas de mundo, podía permitir de una manera constructiva favorecer estos acercamientos”. Analizando los resultados, Mauricio López sostiene que “la valoración en la primera etapa del Sínodo de este método ha sido realmente positivo. De modo que al constatar esto, y también por la naturaleza del grupo de trabajo, que recibimos el encargo de animar la Fase Continental, creo que percibíamos que no era una repetición de la escucha, sino evidentemente una profundización en clave de discernimiento de lo que había sido la primera etapa”.

Por eso resalta que “este método, sin convertirlo en centro del proceso, se ha vuelto como el gran descubrimiento de esta etapa”. Mauricio insiste en que “los temas complejos, los temas importantes, creo que todos se trataron y se procesaron, de modos distintos según las realidades”, afirmando que “esa era la prerrogativa de cada continente o región, de decidir cómo diseñar y delinear esta etapa”. Eso le lleva a decir que “en los lugares donde más se profundizó en el método de conversación espiritual, es evidente que los frutos son más contundentes, tanto en comunión, como en participación, como en misión y en miradas a responder a la pregunta central del Sínodo, que es cómo podemos ser una Iglesia más sinodal”.

 

Necesidad de profundizar en la conversación espiritual

“Encontramos una invitación a seguir trabajando con este método, a seguir profundizándolo, pero también notamos que hay que desarrollarlo mucho más”, señala. Desde ahí hace ver que “en los lugares donde se destinó poco tiempo a la conversación espiritual, donde se hizo como un complemento o un modelo de asamblea clásica o tradicional, nos damos cuenta que los contenidos son valiosos, pero la profundidad de un discernimiento probablemente no es tan fina, y eso también es una constatación”. Junto con eso, dice darse cuenta que “la Iglesia puede utilizar este instrumento, ojalá lo haga, pero requiere una disciplina, una formación, una visión sistemática para el uso de esta metodología, que ciertamente, y es el decir de todas las regiones y continentes, que funciona, sobre todo cuando hay esta disposición interior para dejarnos tocar por el otro y para buscar la voluntad de Dios en medio de esa realidad”.

Frente a eso, afirma que “cuando alguien viene con una postura prestablecida, con una perspectiva completamente cerrada, ni este método, ni ningún otro permiten que emerja una verdadera escucha del Espíritu Santo, sino que reducimos al Espíritu Santo a nuestras propias miradas y le damos el nombre de Espíritu Santo cuando de hecho no lo es”.

 

Lo que nos da luz, nos abre perspectiva, genera intuiciones

En cuanto a las riquezas que esta etapa deja para el futuro del proceso sinodal, cree que “las tres orientaciones que ofrecimos desde la fuerza de trabajo son las claves de lectura de esta etapa”. Desde ahí hace ver que “si uno lee con atención, en toda la Etapa Continental es muy, muy fácil identificar las grandes intuiciones de la Iglesia en el momento presente, intuiciones como cosas que son luminosas”. Por eso señala que “ya no es solamente una síntesis de toda la fase primera, donde es una suma de todo lo escuchado, sino que ya se convierte en una más fina, donde ubicamos qué es lo que nos da luz, qué es lo que nos abre perspectiva, qué es lo que genera intuiciones, aunque no busca respuestas en este momento”.

Igualmente destaca la importancia de “identificar las tensiones con las que vivimos. La Iglesia no puede cerrar los ojos a las tensiones internas y externas”. De ahí que haya sido fundamental “nombrar las tensiones, abordarlas, incluso reconocerlas como algo que hay que trabajar”. Algo que lleva a Mauricio López a hablar sobre “las preguntas que surgen de este proceso, en diversas temáticas, pero que son preguntas fundamentales que van a tener que ser asumidas por el discernimiento que se haga ya en el ámbito de toma de decisión de la Asamblea Ordinaria, que como sabemos tendrá una extensión de todo un año, entre octubre de 2023 a octubre de 2024”.

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Por último, el coordinador de la Etapa Continental aborda la cuestión de los temas recurrentes, las prioridades, destacando que “es muy claro ver, en contraste con el Documento para la Etapa Continental, que sintetiza la primera etapa, que aquí lo que estamos identificando son propuestas concretas, no la respuesta a las mismas, porque eso no correspondía todavía a esta etapa, pero una fina presentación de propuestas y algunos posibles caminos que definitivamente ponen a la Iglesia en un estado de discernimiento, en un estado de apertura a la realidad y a las diversas voces, y que ciertamente serán la clave para la elaboración del Instrumentum laboris, que es el instrumento con el que se entra ya a esa fase donde se tendrán que buscar decisiones concretas a la luz de estos aspectos”.

 

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