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Michael Czerny, el Cardenal que no le teme a la realidad

Aunque el 5 de abril se confirmaba en varios medios católicos que el Cardenal jesuita Michael Czerny –uno de los hombres más cercanos al Papa Francisco–, sería el ponente principal del III Congreso Latinoamericano y Caribeño de Doctrina Social de la Iglesia, que se celebraría en Bogotá, poco se sabía sobre su agenda durante los cinco que estuvo en Colombia, entre el 19 y el 24 del mismo mes.

Hace algunas décadas, un anuncio de esta índole habría causado revuelo nacional, pues se consideraba que los Cardenales eran los “príncipes” de la Iglesia y, por lo mismo, la visita de un purpurado del Vaticano al país, hubiera sido motivo de pompa y suntuosos homenajes.

Francisco, por su parte, en sus diez años de pontificado se ha plantado en franca oposición con esta mentalidad –obsoleta, por demás–, insistiendo con gestos y palabras que la Iglesia debe “salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio”, como rubricó en Evangelii gaudium (2013), su primera carta encíclica. Más aún, un hecho tan significativo como la realización de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica, hace dos años y medio, en el corazón de la Iglesia: el Vaticano, ratificó que ‘la periferia es el centro’, pues la realidad de la Amazonía no podría ser ajena a ningún católico ni a los servidores de la Curia Romana.

Un gesto esperanzador

Czerny lo sabe bien. Al día siguiente del consistorio en el que el Papa Francisco lo creó Cardenal, el 5 de octubre de 2019, asumió sus funciones como Secretario Especial del Sínodo Panamazónico –cuyas sesiones transcurrieron entre el 6 y el 27–. “Siento que este sínodo ha dado esperanza a cada rincón de la Amazonía”, me dijo cuando recordábamos aquellos días. Fue ese mismo sentimiento de esperanza el que palpé entre los habitantes de Altos de Cazucá y en los agentes de pastoral que desarrollan su labor social y evangelizadora entre los más pobres y vulnerables de este barrio periférico del municipio de Soacha, en límites con Bogotá.

El deseo del Cardenal de destinar su primera jornada en Colombia para desplazarse hasta allí, encontrarse con ellos, y escucharlos, nos fue comunicado unos días antes de su viaje a un pequeño grupo de periodistas que fuimos convocados a una reunión por Zoom con el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral (DSDHI) –del cual Czerny es su Prefecto–, en la que también estaban convocados el obispo de Soacha, Mons. Juan Carlos Barreto; el P. Rafael Castillo, Director de Cáritas Colombiana; el Diácono Alirio Cáceres Aguirre, consultor en ecología y gestión ambiental; y algunos misioneros y miembros del Secretariado Nacional de Pastoral Social.

Entre los 16 Dicasterios –entiéndase, ‘Ministerios’– que hacen parte de la estructura de gobierno de la Iglesia, el que preside el Cardenal Michael Czerny promueve el desarrollo integral del ser humano, dando especial atención al cuidado de la justicia, la paz y la salvaguarda de la creación, así como al desarme, los derechos humanos, la movilidad humana, la salud y las obras de caridad, expresando la solicitud del Papa por la humanidad que sufre. De ahí que todas las acciones que lidera el DSDHI coinciden con el ADN del pontificado de Francisco, quien muchas veces ha manifestado que quiere “una Iglesia pobre para los pobres”.

Camino a Cazucá

Aquel 20 de abril salimos a las 7:30 a.m. de la sede del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) –donde se hospedaba–, en el norte de Bogotá, rumbo a Soacha. De camino conversamos sobre los ancestros de la región, el exponencial crecimiento demográfico del municipio, su pluralidad sociocultural e incluso sobre la gastronomía soachuna. También hablamos de las problemáticas que se concentran en la comuna 4, entre el hambre, el desplazamiento forzado, el desempleo, la exclusión social, la explotación laboral –sobre todo a los migrantes–, la delincuencia, los grupos armados ilegales, y las dificultades en la movilidad intraurbana. Czerny escuchaba con atención y preguntaba. Su interés por conocer esa “pequeña Colombia” –como la describiría Mons. Barreto–, era superior al jet lag de su largo viaje trasatlántico.

La primera parada fue en la curia de la diócesis de Soacha, donde el obispo nos recibió con un grupo de sacerdotes y laicos que en adelante fueron nuestros guías. Allí se unieron al itinerario una decena de comunicadores y periodistas que cubrieron paso a paso la jornada.

Antes de subir a las lomas de Cazucá, nos dirigimos hacia el Salto del Tequendama. Alirio Cáceres, nuestro experto a bordo, le contó al Cardenal algunos detalles sobre la contaminación del río Bogotá, que en sus 185 kilómetros de recorrido desde el municipio de Villapinzón, donde nace, recibe el impacto de las industrias, los desechos agrícolas y las basuras que encuentra a su paso. Al llegar, todo estaba nublado –y así quedó registrado en las fotos con la comitiva local–, sin embargo, cuando nos disponíamos a retomar la ruta, un destello de luz anunció que el cielo se abriría por breves instantes, como si Bochica hubiera golpeado de nuevo la muralla de piedra con su bastón, esta vez no para librar a la Sabana de la inundación que había dejado el diluvio, sino para apartar un poco la niebla y dejarnos ver, como por entre una rendija, la impresionante caída de agua (contaminada).

Hacia las 11 de la mañana arribamos a Altos de Cazucá. Por el camino, Czerny se veía muy feliz, se sentía “privilegiado”. Estar cerca del pueblo que sufre, solidarizarse con su dolor y acompañarlo en su redención, hace parte de su vocación desde que ingresó a la Compañía de Jesús en 1963, como cuando tuvo que asumir la vicerrectoría de la Universidad Centroamericana ‘José Simeón Cañas’, en San Salvador, tras el asesinato de sus hermanos jesuitas el 16 de noviembre de 1989.

¿Qué lo ha motivado a venir hasta acá?, le pregunté. Con la sabiduría de sus 76 años vividos a plenitud, me respondió: “una de las mayores enseñanzas que nos da el Papa Francisco es que no debemos tener miedo de la realidad, y es importante reconocer que buena parte de nuestro tiempo estamos huyendo [de la realidad]”. Hizo una breve pausa y continuó: “yo tenía el deseo de encontrar, conocer y abrazar la realidad colombiana, y me ha dado mucha alegría saber que visitando la realidad de Soacha, de alguna manera me estaría aproximando a la realidad de todo un país, con sus problemas, desafíos y esperanzas”.

A la escucha del pueblo

En Evangelli gaudium, Francisco advierte que “salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino”.  Esta fue la actitud de Czerny desde el momento en que ingresó al salón del Jardín Infantil Madre Clara Fey, donde lo esperaba la comunidad y un grupo de líderes. Se sentó junto a ellos para escucharlos, para entender su cotidianidad, la de una afrodescendiente defensora de derechos humanos y líder social, como la de algunos migrantes venezolanos que narró la Hna. María Victoria Acevedo, religiosa juanista que los acompaña a diario y sostiene un proyecto de microcréditos para ayudarlos a “iniciar de nuevo”. También la Hna. Beatriz Charria, de la Presentación, compartió su testimonio de 23 años de emprendimientos sociales y pastorales que ha empoderado a las mujeres y les ofrece oportunidades laborales en el mismo barrio, mientras que la Presidenta de la Junta de Acción Comunal de Ciudadela Sucre le participó sobre el impacto de la minería en las lomas.

“Muchos de los que están aquí han sufrido en primera persona las consecuencias del conflicto armado y han vivido en mayor grado el confinamiento, las amenazas y los asesinatos de líderes sociales, y el reclutamiento de menores”, apostilló el obispo Barreto.

Czerny, por su parte, no dejó de privilegiar la escucha y solo al final del encuentro intervino brevemente para transmitir el consuelo y la cercanía del Papa Francisco, felicitando a la comunidad por su valentía y animándolos a seguir enfrenando la realidad con creatividad. También aseguró que “una Iglesia temerosa de la realidad no puede acompañar, porque tiene que protegerse, tiene que encerrarse, tiene que aislarse para proteger lo que ella imagina que es importante, en lugar de salir y de dejarse acompañar por el pueblo”.

El encuentro se prolongó en pequeños diálogos, mientras compartía el almuerzo con la gente y apreciaba las muestras artísticas que habían preparado los niños y los jóvenes del taller formativo que dirigen las Hermanas del Niño Jesús Pobre.

Al día siguiente, su ponencia en el congreso cobraba más sentido para quienes lo acompañamos en su periplo por Soacha, a medida que profundizaba sobre la actualidad de la doctrina social de la Iglesia. El domingo 23, mientras se clausuraba el Congreso, fue a celebrar la Eucaristía en la parroquia San Juan Diego, en el barrio El Codito, el último de la periferia nororiental de Bogotá. “No es suficiente con reflexionar sobre la Doctrina Social de la Iglesia, también es necesario vivirla”, me dijo, antes de iniciar la Eucaristía.

Alguna vez me preguntaron si en la era de Francisco ya no habían cardenales “principescos”. Con Czerny sentí que hoy tenemos cardenales “con olor a pueblo” –“olor a oveja”, diría el Papa–, dispuestos a escuchar más, para aprender a caminar con la gente. “No tengamos miedo de escuchar la realidad, de escuchar a nuestros hermanos y hermanas. ¡Lo necesitamos!”, repitió con convicción.

Publicado en: El Tiempo.

Fotografías: Lida Losada – CEC.

Video: Cristovisión.


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