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Mons. Miguel Cabrejos plantea desafíos para escuelas católicas del continente

La escuela como lugar de encuentro, centro de formación y no solo de información. Un escenario para testimoniar las múltiples formas del cuidado de las personas y de la casa común. Un espacio para propiciar el servicio social, las redes de apoyo y la solidaridad; que se convierta en una aliada de la familia.

Son los cinco desafíos del Pacto Educativo Global para la Escuela de América Latina, planteados por Monseñor Miguel Cabrejos durante su intervención en el VI Encuentro Interamericano de Pastoral Educativa que se desarrolla desde el contexto virtual este 16 y 17 de septiembre.

Expresando su agradecimiento por la oportunidad de vivir este encuentro junto a personas comprometidas con los procesos educativos que a la vez se convierten en procesos de humanización; el presidente del Celam destacó el trabajo de la Confederación Interamericana de Educación Católica (CIEC), como una organización empeñada en compartir conocimientos y experiencias que enriquecen a sus participantes a través de sus actividades periódicas.

Red de redes

Evocando el reciente encuentro efectuado en Bogotá que convocó a representantes de las redes católicas de educación básica, secundaria y superior, además de los delegados de la educación formal y popular; el prelado habló del compromiso de esforzarse desde la unidad para diseñar un plan de trabajo con metas realistas que ofrezcan un camino que responda al llamado del Papa Francisco a adherirse y dar vida al Pacto Educativo Global.

Al respecto el también presidente del episcopado peruano, explicó que uno de los frutos de este encuentro fue la creación de una red de redes cuyo trabajo se proyecta hacia el futuro como una esperanza para la Iglesia universal en relación al intercambio de experiencias pedagógicas que definen un horizonte compartido sobre temas de educación para el continente.

Mons. Cabrejos indicó que este VI Encuentro Interamericano de Pastoral Educativa, invita a discernir las propuestas del Pacto Educativo Global, lanzado por el Papa Francisco con el propósito de asumir las realidades de la escuela católica en América Latina y el Caribe. Para ello, considera vital conocer los desafíos que vive la escuela que a la vez constituyen un objeto de trabajo para cualquier comunidad educativa.

Retos que afirma el obispo peruano, están presentes en el vademécum del Pacto Educativo Global y van desde la capacidad para superar fragmentaciones y contraposiciones, para reconstruir el tejido de las relaciones en busca de una humanidad más fraterna; hasta el desafío de integrar a todos los actores del proceso educativo, es decir, los estudiantes, las familias, la comunidad y la sociedad civil.

Haciendo énfasis en los aportes históricos de la Iglesia a la educación, recordó que desde 1955 el Celam a través de las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y del Caribe ha abordado el tema, entre otras, invitando a la creación de escuelas nacionales en los territorios de misión o haciendo un llamado desde su documentos recordando que la «educación es la mejor garantía del desarrollo personal y del proceso social, observando a la vez la falta de apertura a la investigación y el diálogo interdisciplinario en el continente” como lo aseguró en 1968 durante la Conferencia de Medellín.

Lugar de encuentro

Así hablando de los desafíos de la educación católica en este momento, Monseñor Cabrejos advierte que es necesario revisar las actitudes y la forma en que nos relacionamos con los demás, para fortalecer el vínculo con los estudiantes, padres de familia y profesores, en últimas con todos los miembros de la comunidad educativa.

De esta forma vale la pena cuestionarse sobre cuál es el pensamiento de la escuela frente a las prácticas de acogida, las formas de acompañamiento, los espacios que se dedican a escuchar y los criterios que se emplean para retroalimentar los procesos de los estudiantes. La cotidianidad ha de estar en la base de los objetivos formativos.

«Cuán importante resulta en estos tiempos favorecer en el aula, las opiniones plurales, el foro, el debate, el diálogo, la tertulia, como maneras de enseñar la riqueza de la pluralidad de voces, sentires y creencias; mostrar con ello que la conversación es el mejor medio para derrotar el fanatismo, el sectarismo y la intransigencia obcecada,» afirmó.

Formación vs. información

Sin desconocer que vivimos en un mundo globalizado que implica una gran inmersión en el mundo de la información, insistió en la necesidad que tiene la escuela de pensar bien el uso, la dosificación y el sentido de los contenidos a los cuales les da prioridad en las aulas de clase; porque existe el riesgo de caer en la repetición de aquello que pasa por las redes sociales o las plataformas tecnológicas; marginando los aportes de la educación humanista y desconociendo la importancia de apostar por el pensamiento crítico y solidario.

Testimonio de cuidado

Ante la crisis del cuidado que se experimenta en muchas dimensiones del ser humano, otro de los desafíos es hacer de la escuela un escenario para la reflexión y el testimonio de las múltiples formas del cuidado de las personas y de la casa común. Esta debe ser una prioridad, asegura Monseñor Cabrejos, lo que se justifica en la conservación de la existencia humana y la continuidad del planeta. El cuidado de sí mismo, de los demás y del ambiente ha de ser una práctica constante en las aulas.

Redes de apoyo y solidaridad

Partiendo de la base de que la finalidad de la escuela es la formación de las personas para servir a una comunidad, el prelado aseguró que los centros educativos deben responder con propuestas serias en formación de valores, virtudes ciudadanas y propuestas de organizaciones acordes con los intereses del mundo juvenil. Acciones que motiven el voluntariado, la organización de redes de apoyo local y la participación en acciones solidarias que fomenten la generosidad.

«El reto de las escuelas es mirar más hacia afuera, y no tanto pretender “resguardar” a sus estudiantes en un mundo idealizado o aséptico a los problemas sociales más apremiantes de la sociedad en que habitan,» aclaró. Es necesario que los estudiantes se sitúen en contextos reales donde se respondan a necesidades específicas y se utilicen mecanismos que desde la comunicación fomenten en ellos la solidaridad.

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La familia como aliada

Sin olvidar que a la familia es la primera escuela, cuna de valores y virtudes, el prelado afirma que es necesario implicar a las familias en los procesos formativos. «Los tiempos que vivimos nos exigen aunar esfuerzos, escuela y familia para alcanzar metas comunes«.

En esta línea es necesario mantener una comunicación fluida y sincera, mutua y que asuma compromisos claros para lograr objetivos comunes en la formación del carácter, la cualificación de las habilidades sociales, la convivencia, el descubrimiento y la vivencia de los valores éticos que unidos a los talentos propios contribuyen a la creación del proyecto de vida individual.

Finalmente, indicó que estos desafíos, no invitan a hacer más cosas de la que a diario ya ocupan a la escuela. Más bien se trata de priorizar y darle a la educación el estatus de una misión encarnada que nos lleva a replantear mucho de lo que hasta el momento hace parte de nuestra lógica para educar.





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