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Mons. Ojea: “Para rezar tenemos que presentarnos ante Dios como somos”

Comentando el Evangelio del Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario, donde aparece la parábola del fariseo y el publicano, Mons. Oscar Ojea afirma que “el Señor nos quiere enseñar cómo orar, cuál es el modo de orar y no tanto cuánto orar. No le importa a Jesús cuanto oramos, sino como”.

 

Querer separarse del resto para logar identidad

Con relación a la figura del fariseo, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina le ve como aquel que “se presenta ante Dios seguro de sí mismo, está de pie, ora con muchas palabras, hace como un inventario de su cumplimiento de la ley, está orgulloso de sí mismo, se está mirando en un espejo, pero no se dirige a Dios, está centrado en sí mismo”. Junto con ello, En segundo lugar, le ve como alguien que se compara con los demás: “yo te agradezco porque no soy como ese publicano”. Es alguien que “establece una distancia, una diferenciación entre él y los demás, es como si para lograr identidad propia necesitara separarse del resto”, resalta el Obispo de San Isidro.

Actitud que ve común en el mundo en que vivimos, “en la vida política, en la vida social, buscamos adquirir identidad diferenciándonos de los demás y en realidad la identidad se adquiere por pertenencia”. En el caso de la oración, afirma el prelado argentino, “se adquiere por ser de Dios, por dirigirse a Él, por pertenecer a un cuerpo que es el cuerpo de la Iglesia”. Frente a eso, “en el caso de un ideal o de un partido por pertenecer a un ideal, a un ideal positivo, pero no necesitamos para tener identidad estar constantemente peleándonos y diferenciándonos de los demás”.

 

Poner nuestra realidad delante de Dios

En cuanto a la figura del publicano, es alguien que “en cambio se presenta con humildad que es la actitud propia de la oración. Él se dirige a Dios, no se mira a sí mismo ni se compara, su actitud es la del hombre que quiere poner su verdad delante de Dios, su realidad”, destaca Mons. Ojea. En su opinión, “esta es la enseñanza esencial de este Evangelio, para rezar tenemos que presentarnos ante Dios como somos, con nuestras miserias, con nuestras fragilidades, con nuestras necesidades”.

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Según el presidente del episcopado argentino, “el fariseo no pide nada porque no se experimenta pobre ni necesitado. El publicano en cambio necesita todo por eso hace esta oración humilde delante de Dios”. Desde ahí anima a “que podamos aprender este camino y que podamos aprender que nuestra identidad está en buscar pertenencia y no en diferenciarnos de los demás”.

 

 

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