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Mons. Pérez de Arce: “Hay que recuperar la experiencia de Pueblo de Dios donde todos somos corresponsables”

Como un proceso largo, ve Mons. Sergio Pérez de Arce la sinodalidad, un camino en el que hay que recuperar “la experiencia de Pueblo de Dios donde todos somos corresponsables”, según el secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile, que insiste en que esa corresponsabilidad debe estar “al servicio siempre de la misión”, asumiendo como práctica el discernimiento compartido.

El prelado, que participa del encuentro de los secretarios generales y presidentes de las conferencias episcopales de América Latina y el Caribe, en la sede del Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe (Celam), afirma que para ello es necesaria una conversión en las maneras de hacer las cosas, superando las desconfianzas, buscando “recuperar la fraternidad esencial”, y teniendo claro que “compartimos una misma vocación”. En ese camino, el obispo de Chillán reconoce que “la mujer aporta a los espacios y a las estructuras que ocupa, una actitud y unos sentimientos distintos a los del varón que nos hacen mucho bien”, una dinámica asumida en la Iglesia chilena.

De cara al futuro, para avanzar en el camino de la sinodalidad se hacen necesarias “relaciones más evangélicas, de respeto mutuo, de confianza mutua, de responsabilidad compartida en la vida de la Iglesia”, y junto con ello estructuras más sinodales y una mayor formación del laicado “que ayuda a caminar hacia la sinodalidad, a concretizar la sinodalidad, que es un camino largo y paciente que tenemos que hacer”.

 

La Iglesia vive un proceso sinodal que puede ser considerado un proceso de ida y vuelta entre las iglesias locales, las regiones o continentes y la Secretaría del Sínodo. Después de los pasos dados por las iglesias locales y la Etapa Continental, lo que ha sido resumido en documentos que están siendo enviados a la Secretaría del Sínodo, ¿cómo llevar de vuelta a las conferencias episcopales y a las iglesias locales lo que está siendo vivido?

La sinodalidad es un proceso largo, esta es una nota de la Iglesia perdida por el desarrollo más piramidal que la Iglesia históricamente ha tenido. Por lo tanto, hay que recuperar esta dimensión sinodal, la experiencia de Pueblo de Dios donde todos somos corresponsables, y en ese sentido, es un proceso que hay que vivir con paciencia, largo, un proceso de conversión constante. Muchas veces vamos a tener que hacer estos procesos de ida y vuelta, y en concreto en este proceso sinodal que estamos viviendo, lo importante es que volvamos a las diócesis, a las conferencias episcopales, donde de hecho estos son temas constantes.

En Chile, por ejemplo, estamos en el proceso de elaboración de las orientaciones pastorales, y estos temas están no sólo como temas, sino como preocupaciones de vivir una Iglesia más corresponsable al servicio siempre de la misión. Tienen que volver a todas las instancias necesarias.

Otro ejemplo, en Chile todas las diócesis hacen asambleas diocesanas, donde convocan a laicos, sacerdotes, religiosas de toda la diócesis. No es algo nuevo, sino que es como una práctica ya adquirida. Ahí también se practica la sinodalidad, esa experiencia de caminar juntos. El desafío es que siempre avancemos en discernimiento compartido y en corresponsabilidad, donde los que guiamos las comunidades seamos capaces de integrar la participación del conjunto del pueblo de Dios.

 

Uno de los elementos presentes en la Iglesia sinodal es que la Iglesia no solamente escuche, sino que esté dispuesta a aprender, que un obispo no tenga problema en reconocer que aprende con un laico y que un laico quiera aprender con un presbítero o con una religiosa o un obispo. ¿Entrar en esa dinámica, sobre todo por parte de la jerarquía, todavía es difícil?

Es difícil, a todos nos cuesta convertirnos y convertirnos no es sólo convertir actitudes interiores, sino prácticas, maneras de hacer las cosas. Como tantas veces nos ha dicho el Papa Francisco que hay que cambiar el modo de hacer las cosas, no hacer las cosas como siempre las hemos hecho, y en ese sentido, a los obispos, no por mala intención, sino porque estamos acostumbrados a las cosas de una determinada manera, llenos a veces de desafíos y de problemas, en una Iglesia que todavía es demasiado jerárquica. En ese sentido, cuesta hacer el cambio, pero confío en que los vayamos haciendo y para eso es importante la escucha, el compartir la vida con los hermanos, con los demás cristianos, el no tenernos miedos y el superar la desconfianza.

Uno de los grandes problemas de los procesos que hemos vivido en Chile, pero en otros lados también, es que las crisis han suscitado desconfianzas. Yo desconfío de los laicos, los laicos desconfían de los obispos, los laicos de los sacerdotes, los sacerdotes de los laicos, y eso no lleva a ningún lado. En ese sentido, tenemos que recuperar la fraternidad esencial, reconociendo los diferentes carismas y ministerios que tenemos. Cada uno tiene su función en la Iglesia, pero desde la claridad de que compartimos una misma vocación, somos parte del mismo pueblo, estamos llamados a caminar en confianza mutua y corresponsables en la misma misión.

 

Otro de los temas presentes en las reflexiones en las asambleas en América Latina y el Caribe y parece que en toda la Iglesia, es la presencia de la mujer en espacios de decisión. En ese sentido, la Conferencia Episcopal de Chile puede ser considerada un ejemplo después de nombrar a una laica como secretaria general adjunta. El Papa Francisco dice que, en el Vaticano, en los espacios que son dirigidos por mujeres, las cosas funcionan mejor. ¿Esa presencia femenina ayuda a la Iglesia de Chile a poder caminar mejor?

Sí, claramente. La mujer aporta a los espacios y a las estructuras que ocupa, una actitud y unos sentimientos distintos a los del varón que nos hacen mucho bien. En 2011, 2012, cuando estaba en la Conferencia de Religiosos, siempre comentaba eso, que a mí me hacía mucho bien, como varón y como sacerdote, trabajar con religiosas en ese contexto, y trabajar los equipos que dirigíamos y guiábamos en la conferencia. Lo mismo en todos los niveles de la Iglesia y también en las curias diocesanas, en la Conferencia Episcopal, van llegando mujeres, religiosas y laicas que nos aportan, que nos ayudan a crear un clima mejor.

En la Conferencia Episcopal de Chile no sólo está la secretaria general adjunta, sino que también hay directoras de departamentos, hay por lo menos tres mujeres más en las áreas o departamentos. Y eso hace que el ambiente sea más cordial, más humano, en el sentido profundo que tiene la palabra, más compartido, más paciente.

 

Usted hablaba de desconfianza, ¿podemos decir que ese es uno de los grandes impedimentos para que la sinodalidad y la comunión puedan avanzar?

Sí, en todo nivel, en el mismo nivel político, y con mayor razón en el nivel eclesial, cuando hay desconfianzas y nos miramos no como hermanos, no como interesados en el mismo camino, obviamente que cuesta más el diálogo, el encuentro, y llegar a acuerdos y consensos que todos necesitamos. En la Iglesia es lo mismo, tenemos que descubrir que a todos nos interesa la misión, a todos nos interesa el anuncio del Evangelio, y para eso tenemos que ayudarnos unos a otros, y descubrir que el otro tiene tanto interés como yo de que la Iglesia cumpla su misión y de que vivamos el Evangelio y lo anunciemos con los sentimientos de Cristo.

 

De cara al futuro, ¿cuáles piensa usted que son los desafíos que la Iglesia de Chile tiene que enfrentar para ser realmente una Iglesia sinodal?

En el proceso que hemos vivido en los últimos años ha surgido mucho el tema de las relaciones más evangélicas, de respeto mutuo, de confianza mutua, de responsabilidad compartida en la vida de la Iglesia. El que no nos escucháramos, el que algunos hermanos se sintieran heridos y abusados en experiencias eclesiales que tuvieron, el que algunos inclusive no se sintieran bien tratados en las relaciones ordinarias de la vida de la Iglesia, eso obviamente hiere la comunión. Tenemos que caminar hacia relaciones más evangélicas.

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La estructura, que ha sido el otro tema, las estructuras también sean más sinodales. Se ha hablado mucho de los consejos pastorales y económicos, que de hecho existen, pero necesitan ser más efectivos, necesitan ser más consultados. Relaciones más evangélicas, estructuras más sinodales. Y lo otro es que hagamos el camino de la formación de los laicos. En todas las consultas que ha habido, en todos los procesos de participación, surge el anhelo de la formación, que no es solamente una formación teórica, sino que es animar la experiencia creyente y una formación que ayuda a caminar hacia la sinodalidad, a concretizar la sinodalidad, que es un camino largo y paciente que tenemos que hacer.

 

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