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Papa Francisco: “Si no hay diálogo, si no hay corresponsabilidad, si no hay participación, la Iglesia envejece”

Navegar mar adentro, llevar adelante juntos la pastoral y ser pescadores de hombres; son las tres decisiones inspiradas en el Evangelio que propuso el Papa Francisco a obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados, seminaristas y agentes de pastoral, reunidos en el Monasterio de los Jerónimos de Lisboa para compartir con el Pontífice la liturgia de las horas al inicio de su participación en la Jornada Mundial de la Juventud Lisboa 2023.

Expresando su alegría por hallarse en medio de ellos, compartiendo además de la JMJ su camino eclesial, cansancios y esperanzas, cifró el objetivo de su oración en la necesidad de abrazar «el sueño de Dios y encontrar caminos para una participación alegre, generosa y transformadora, para la Iglesia y la humanidad,» lo que implica actuar con audacia.

Escuchar, dialogar

Tomando como punto de referencia el Evangelio de Lucas, el Santo Padre fundamentó su intervención en el fragmento que menciona a los primeros discípulos, cuando Jesús pasó a la orilla del lago y constató que los pescadores habían bajado de la barca y lavaban las redes, entonces sorprende con su actitud, porque subió a la barca de Simón habló a la multitud e invitó a los pescadores a remar mar adentro, echar las redes.

Una situación que según explicó marca un contraste. Están los pescadores que lavan las redes para conservarlas pensando en regresar a casa, mientras Jesús sube a la barca y les invita a echar de nuevo las redes. Es una petición para ocuparse de nuevo por la pesca y retomar la tarea, lo hace en un tiempo que coincide con el inicio de su predicación en la sinagoga de Nazaret. Entonces ante la presión de sus compatriotas, inicia su predicación en medio de la gente. Calles que recuerda el Papa, estaban habitadas por hombres y mujeres que intentaban llegar al final de cada día. Jesús mira a los discípulos y en ellos es evidente la fatiga y la resignación, las redes están vacías y desean regresar a casa.

Imagen que toma el Papa Francisco para ofrecer una honda reflexión a quienes consagraron su vida a Dios, porque el camino eclesial también presenta esos momentos de fatiga que arguye «se acentúan por la desilusión o la rabia que algunos alimentan en relación a la Iglesia, en algunos casos por nuestro mal testimonio y por los escándalos que han desfigurado su rostro, y que llaman a una purificación humilde, constante; partiendo del grito de dolor de las víctimas, que siempre han de ser acogidas y escuchadas,» al tiempo que reconoce «es bajar de la barca y quedar atrapado en las redes de la resignación y del pesimismo». Así el Santo Padre exhortó a los presentes a entregar esas fatigas y lágrimas a Dios, para afrontar las situaciones pastorales y espirituales. Es apelar al diálogo con apertura de corazón lo que ayudará a descubrir nuevos caminos, porque el desánimo lleva a jubilarse del celo apostólico que al irse perdiendo, transforma a las personas en lo el obispo de Roma denominó “funcionarios de lo sagrado”.

Espiritualidad del recomienzo

La meta es que Jesús suba de nuevo a la barca, recuperar la ilusión del primer momento que explica debe ser “revivida, reconquistada y reeditada”. Para el Papa Francisco es importante que los consagrados no tengan miedo a la “espiritualidad del recomienzo, porque según indica eso es parte de la vida: “Caer y recomenzar, aburrirse y recibir de nuevo la alegría. Recibir esa mano de Jesús.”

Entonces la pregunta es si desde nuestra consagración nos conformamos sólo con el pasado o nos atrevemos a echar nuevamente con entusiasmo las redes para la pesca. Una intención por la que pide a Dios “se reavive la inquietud por el Evangelio,” porque de no suceder la misión se convierte en un empleo y es ahí cuando afirma el Papa, es el momento de dar lugar a la segunda llamada de Jesús, «él nos llama de nuevo, siempre. Nos llama para hacernos caminar, nos llama para rehacernos,» alentando a no tener miedo a esa segunda llamada de Jesús.

El llamado del Papa a los consagrados durante la JMJ Lisboa 2023,  se concreta en “echar de nuevo las redes y abrazar al mundo con la esperanza del Evangelio» porque explica a eso están llamados. «No es tiempo de detenerse, no es tiempo de rendirse, no es tiempo de amarrar la barca a la tierra o de mirar atrás. No tenemos que evadir este tiempo, porque nos da miedo y refugiarnos en formas y estilos del pasado,” agregó.

Desde la óptica del Santo Padre es el momento de hacerse un examen de conciencia, por lo que alentó a recuperar la ilusión, que viene de fracaso o el aburrimiento. “No es fácil recuperar la ilusión adulta. Es necesario hacerlo para pasar del derrotismo a la fe,” para lo cual insistió en retomar el hábito de la adoración, la oración contemplativa en silencio y de cara a Dios. Se trata de un navegar mar adentro sin ideologías y sin la mundanidad espiritual que engendra el clericalismo que ratificó es uno de los «males más graves que puede suceder a la Iglesia. Superar esas dificultades sin ideologías, sin mundanidad, animados por el único deseo de que el Evangelio llegue a todos”.

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Superar las restricciones

En segundo lugar, explicó que hacer extensivo ese llamado a ir a los confines del mundo, lo que no puede confundirse con el proselitismo. «Vayan a los confines y traigan a todos: sanos, enfermos, chicos y grandes, buenos y pecadores. Todos,» sin perder de vista que la Iglesia no puede ser una aduana para seleccionar a quienes entran y quienes se quedan por fuera. Así advirtió que “todos, significa cada uno con su vida a cuestas, con sus pecados, pero como está, delante de Dios, delante de la vida… Todos». No pongamos aduanas en la Iglesia,» reiteró.

En esta linea, reconoce que esto es un desafío especialmente en los contextos en que los sacerdotes y consagrados están cansados porque, mientras las exigencias pastorales aumentan, ellos son cada vez menos. Situación que llevará a implementar las acciones con un impulso fraterno y una sana creatividad pastoral que forme una red de relaciones humanas, espirituales y pastorales. “Si no hay diálogo, si no hay corresponsabilidad, si no hay participación, la Iglesia envejece,” por lo que se requiere del apoyo constante de los laicos.

Finalmente, insistió en ser pescadores de hombres, superando el miedo. Esto tampoco es proselitismo, más bien está orientado a “pescar personas y sacarlas del agua, lo que significa ayudarlas a salir del abismo donde se habían hundido, salvarlas del mal que amenaza con ahogarlas, resucitarlas de toda forma de muerte».

Para lograrlo recuerda el Papa es necesario el amor y no el proselitismo porque cuando un movimiento eclesial, diócesis, obispo, cura, monja o laico hace proselitismo, eso no es cristiano. «Lo cristiano es invitar, acoger, ayudar, pero sin proselitismo”. A la Iglesia le corresponde sumergirse en el mar sin señalar o acusar. La misión es llevar a la gente a lo que denomina «la fiesta de Jesús,» es decir, una sociedad multicultural; en donde el Padre es cercano a las situaciones de precariedad o pobreza y es capaz de transmitir la alegría del Espíritu donde reinan la desmoralización y el fatalismo.


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