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Reflexión Bíblica: Domingo, 15 de mayo de 2022

Biblia

Bogotá, 15 de mayo de 2022

Por Hno. Jesús García /Capuchinos Ecuador

“Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros” (Jn 15,12)

Si nuestra salud mental tiene su raíz en “sentirse amado/a” y la fe comienza por la experiencia de “me amó y se entregó por mí” (Ga 2,20), podemos entender el drama de muchos niños-adolescentes que lloran el desamor, así como el dolor de quien ha sufrido el abuso, abandono o/y agresión en su ambiente familiar, ecosocial o eclesial.


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En muchas ocasiones, buscamos “paracetamoles” que alivien la ansiedad, resentimiento, frustración o sinsentido, pero sabemos que la vida se podría transformar con un “encuentro significativo”, como los vividos por la Samaritana, Nicodemo, Magdalena, María, Pablo… y tantos/as peregrinos/as de la espiritualidad. Estamos convocados/as a configurarnos con la persona de Jesús y su proyecto, e iluminar -desde ahí -la realidad compleja del mundo, los pobres, los descartados y los marginados de latinoamérica y el Caribe, con la Palabra sembrada, contemplada, discernida, encarnada y transformadora (cfr. AEALC 11 y 36).

La vida de fe comienza con la experiencia única de “dejarse amar por Jesucristo” y se expresa en nuevas relaciones de fraternidad (cfr. Rm 12,9-21) en la familia, sociedad, iglesia y casa común (cfr. 1 Cor 13), que son las cuatro patas de la “mesa de humanidad”, en donde se alimenta nuestra persona y nuestra fe. El discípulo de Jesucristo no está mirando ni al cielo ni al suelo, sino a la hermana creación y a la fraterna humanidad… en “reciprocidad, donación y entrega” trinitaria y horizontal (cfr. DAp 240). Porque “amarnos unos a otros” es el “único mandamiento” (Jn 15,12) humano-divino, aunque muchos veterocristianos insisten en dos, diez o seiscientos trece mandamientos judíos.

Recordemos que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (DAp 243) “por desborde de gratitud y alegría” (DAp 14) “de ser discípulos del Señor y de haber sido enviados con el tesoro del Evangelio” (DAp 28), que es amar “entregando la vida” por los amigos (cfr. Jn 15,13), enemigos, pecadores, descartados, alejados o espantados, excomulgantes, discriminados, diversos…

Para alimentar nuestra fe-amor hemos de “propiciar el encuentro personal con Jesucristo encarnado en la realidad del continente” (AEALC 11), que supone “una lectura de los signos de los tiempos a la luz de la Palabra, de la historia y de la propia identidad latinoamericana” (Ibid 11,c). “Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros” (DAp 11) sobre el sólido fundamento de la Trinidad-Amor (DAp 240)

Necesitamos menos textos y más testigos (cfr. CLAR) del “amor de/como Jesucristo” que  nos devuelva la alegría de vivir, el compromiso de reparar, la esperanza de sinodalizar y la bienaventuranza de quien no se arredra ante la vinagreta religiosa, la tibieza paralizante y la espiritualización del poder.

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