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Religiones Abrahámicas en Argentina: Que los mayores “no sean tratados como desechables o prescindibles”

El envejecimiento de la población mundial como un proceso global y generalizado, que refleja la disminución de la tasa de natalidad y el aumento de la esperanza de vida es el punto de partida de la Declaración de las Religiones Abrahámicas firmada en la sede de la Universidad Católica Argentina en Buenos Aires este 28 de agosto, con los auspicios de la Pontificia Academia para la Vida, representada por su presidente, Mons. Vicenzo Paglia, que ha destacado la importancia de que “las religiones se unan desde su tradición y patrimonio espiritual, para sensibilizar a la sociedad civil en los temas de protección y respeto a las personas mayores”.

 

El envejecimiento como oportunidad

El texto está firmado por el rabino Dr. Fishel Szlajen, que resaltó que “valores esenciales compartidos por nuestras respectivas tradiciones espirituales se unen en la protección y el cuidado de nuestros ancianos”, el presbítero Lic. Rubén Revello, director del Instituto de Bioética de la Facultad de Medicina de la UCA, y el sheij Lic. Abdala Cerrilla, que enfatizó “el gran aporte que nos ofrecen a diario, dada su sabiduría de vida y experiencia”. Un escrito que advierte sobre los desafíos que presenta esta realidad “en todos los sectores de la sociedad, desde el laboral y financiero, la demanda de bienes y servicios, la protección social y sanitaria, hasta la estructura citadina y los lazos familiares intergeneracionales”.

La declaración llama a ver el envejecimiento de la población como una oportunidad para la sociedad, a descubrir las significativas contribuciones de las personas mayores. El texto hace ver que “muchos mayores se embarcan en segundas carreras, emprendimientos personales o trabajos voluntarios que les permiten seguir contribuyendo con su experiencia y sabiduría, no sólo enriqueciéndose a nivel individual, sino aportando valor a la comunidad en general, construyendo una sociedad resiliente y cohesionada”.

De ahí, “la importancia de adaptar nuestras políticas y estructuras sociales para satisfacer las necesidades cambiantes de una sociedad en constante evolución”, de “redescubrir el rol y posicionamiento de las personas mayores y elevar el estatus moral de la sociedad”. Se quiere ayudar a “cambiar el paradigma de concebir la vejez como negación y etapa superflua de la vida, por una fase digna de respeto, cuidado y participación, reconociendo el valor y la experiencia de las personas mayores, brindándoles el apoyo necesario construyendo una sociedad más inclusiva y solidaria para todas las edades y en favor del beneficio colectivo”.

 

Guardianes de la historia viva

Las personas mayores han sido por siglos “los guardianes de la historia viva de una sociedad, los portadores de tradiciones y valores que han sido transmitidos de generación en generación”, insiste la declaración, que ve eso como algo presente en los textos fundantes de las religiones abrahámicas. Se trata de que la sociedad supere la cultura del descarte, que los mayores “no sean tratados como desechables o prescindibles bajo un criterio de obsolescencia productiva e irrelevancia para la sociedad”.

Uno de los valores presentes en las tradiciones abrahámicas fue “su actitud hacia los sectores socialmente más vulnerables y dependientes. Este valor es el factor que mide la cohesión y responsabilidad mutua en la sociedad”, resalta el escrito, que lo ve como “diferencia específica entre lo humano y lo animal”. Son tradiciones que ven al humano como fin y no como instrumento, enfatizando la “ayuda a los pobres, a los más débiles, desprotegidos, menesterosos”, conformando “una conciencia social expresada bajo el concepto de libertad y dignidad de la persona, sin diferencias etarias”.

 

Vejez como plenitud y acúmulo de sabiduría

Se ve la vejez como plenitud, insistiendo en que “la sabiduría no viene naturalmente, sino que se crea como resultado de acumular conocimiento y experiencia”, desarrollando como actitudes el honrar, ennoblecer, el agradecer a los mayores, algo que se ve no como misericordia y bondad sino como justicia. Los ancianos son “mentores y guías espirituales para las generaciones más jóvenes”, y su aporte no puede ser perdido.

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El texto hace un llamado a integrar, pues la vejez es “un aporte al bien social”, a respetarlos por su experiencia, sabiduría y trayectoria de vida, a integrarlos mejorando su calidad de vida y eliminando toda forma de discriminación social por cuestión de edad. Todo ello para superar el desdén con que la sociedad actual mira a la ancianidad, que no es vínculo con el pasado obsoleto y sí camino de futuro, pues “honrar hoy al anciano es preparar la futura dignidad con la que aspiramos ser tratados”.

 

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