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Todos somos corresponsables: Las voces de la etapa continental del sínodo hacen balance de lo vivido

Un tiempo que “es una verdadera lluvia de gracia del Espíritu Santo”. La afirmación es de Mons. Amancio Benítez con relación al actual Sínodo y su Etapa Continental, clausurada el pasado 31 de marzo. Tras más de un año de trabajo en común en todos los estrados del Pueblo de Dios, se llegó a un aporte de la región latinoamericana y caribeña, como se ha hecho en las otras seis regiones, con miras a la elaboración el Instrumento de Trabajo de la Asamblea Sinodal de octubre.

Gran compromiso de los laicos

Los laicos han mostrado un gran compromiso en este proceso, insiste el secretario general de la Conferencia Episcopal Paraguaya, y cada vez más laicos lideran las pastorales y llevan adelante la vida de la Iglesia, siendo “una Iglesia que ya está vivenciando la participación, la misión y la escucha”. También en vista de la inculturación del Evangelio entre los pueblos originarios, ayudando a preservar su cultura, lengua y tradiciones, así como sus territorios, de los que son expulsados.

Todo este proceso sinodal ayuda a valorar el caminar de la Iglesia en los diferentes países de América Latina y el Caribe, como en Uruguay, que “tiene una historia de pastoral de conjunto del inmediato postconcilio, pastoral planificada”, afirma Mons. Heriberto Bodeant, para quien “cuando uno dice participación, estamos hablando de consulta al Pueblo de Dios sobre el rumbo que una diócesis tiene que tomar en la misión de la Iglesia, la búsqueda de objetivos, de diagnósticos, de prioridades, de planes concretos para ir respondiendo a los desafíos de la realidad”, que ahora se está recuperando.

En la Etapa Continental se destaca la importancia del método de la conversación espiritual, “una metodología sencilla de entender y de aplicar, pero sorprende más bien el resultado, el clima que se logra cuando se encara de forma adecuada y aquello que permite consensuar, dejándonos guiar por el Espíritu”, destaca el prelado uruguayo, que inclusive lo ve como “una necesidad en una Iglesia que en parte va sintiendo un cierto envejecimiento, donde es necesario encontrar la forma de compartir y participar mucho más en la misión, que en otros tiempos”.

Un proceso largo

Una sinodalidad que “es un proceso largo”, destaca Mons. Sergio Pérez de Arce, que llama a recuperar “la experiencia de Pueblo de Dios donde todos somos corresponsables”, lo que demanda paciencia y conversión constante, en busca de “vivir una Iglesia más corresponsable al servicio siempre de la misión”, que lleve a avanzar “en discernimiento compartido y en corresponsabilidad, donde los que guiamos las comunidades seamos capaces de integrar la participación del conjunto del Pueblo de Dios”.

El secretario del Episcopado chileno no duda en llamar a “cambiar el modo de hacer las cosas”, para lo que es importante “la escucha, el compartir la vida con los hermanos, con los demás cristianos, el no tenernos miedos y el superar la desconfianza”. Para ello llama a “recuperar la fraternidad esencial, reconociendo los diferentes carismas y ministerios que tenemos”, siendo llamados “a caminar en confianza mutua y corresponsables en la misma misión”.

Eso con la presencia de la mujer, que “aporta a los espacios y a las estructuras que ocupa, una actitud y unos sentimientos distintos a los del varón, que nos hacen mucho bien”. Lo que se busca son “relaciones más evangélicas, de respeto mutuo, de confianza mutua, de responsabilidad compartida en la vida de la Iglesia”, lo que demanda estructuras más sinodales.

En esta Etapa Continental, América Latina y el Caribe “es la primera región que a partir de 1955 comenzó a buscar vínculos entre las diócesis, los obispos y las conferencias episcopales”, según Carlos Galli, quien resalta que “esta experiencia de caminar juntos en este Sínodo sobre la Iglesia sinodal nos recibe con una tradición histórica de intercambio entre las iglesias, como se realizaron en las conferencias generales del Episcopado Latinoamericano, la última en Aparecida”. Junto con ello, en los últimos años destaca el hecho de configurar la Conferencia Eclesial de la Amazonía, restructurar el Celam y realizar la Primera Asamblea Eclesial del Pueblo de Dios en el continente.

El teólogo argentino destaca la importancia de que el Celam haya hecho cuatro asambleas regionales para llevar a cabo la Etapa Continental, “donde se pudieran expresar la diversidad de miembros del Pueblo de Dios organizados en los 22 episcopados”, destacando el hecho de que “todos han podido hablar de igual a igual, tratando de escuchar las mociones que el Espíritu les hacía en el corazón y con un método que colaboró para que todos participen, todos puedan expresar su voz”. Eso por el hecho de que “Jorge Mario Bergoglio procede de la Iglesia latinoamericana, que tiene una rica experiencia de camino, que hoy llamaríamos de sinodal, también colegial, a partir del Concilio Vaticano II, de Medellín a Aparecida”.

Un cambio de mentalidades y estructuras

Una sinodalidad que “es un desafío porque es un modelo que implica crear toda una institucionalidad y a la vez adaptar lo que existe en la medida en que es posible, y por otra parte dejar estructuras que hoy en día ya no son sinodales”, afirma Rafael Luciani. Eso “implicará un cambio en las mentalidades de aquellos que han sido formados en una visión de Iglesia distinta” y, junto con ello, como Iglesia “la construcción de un modelo institucional nuevo”, que lleve a “reconocer la eclesiología del Pueblo de Dios en la Lumen gentium, como el eje fundamental de toda la vida eclesial”.

Se trata, entonces, de una teología que tiene que estar unida a la pastoral, potenciando la formación teológica del laicado, caminando como proceso y no solo como eventos, como una Iglesia que escucha para aprender, “en la que se tenga miedo cuando se habla, cuando se hacen propuestas, desde la igual dignidad bautismal”, afirma Luciani, que insiste en que “tenemos el derecho y también el deber de exigir cambios a la Iglesia, porque la Iglesia no es algo fuera de nuestra vida como fieles en la Iglesia”. Desde lo cual defiende que “si el Pueblo de Dios, que somos todos y todas, trabajamos en conjunto en la misma mesa, mirándonos cara a cara, la elaboración de decisiones irá luego a las personas que las toman, pero habiendo participado del proceso”.

En esta Etapa Continental ha tenido un papel destacado la vida religiosa, que en palabras de la Hna. Daniela Cannavina tiene que llevar a “buscar los procesos de renovación, de cambio, y aquellos que puedan favorecer de algún modo un cambio de una estructura que nos está impidiendo ser una vida religiosa más acorde a los tiempos”, queriendo descubrir “cuáles son esas nuevas ventanas que hay que abrir, que nos direccionan hacia otro modo de ser vida religiosa, paralelamente a como se habla de otro modo de ser Iglesia”, lo que tiene que ver con las estructuras, que lleve a “responder de otro modo a la realidad actual”.

Una Etapa Continental que ha insistido mucho en el protagonismo femenino, un tema que la secretaria general de la CLAR recuerda que “ya en el Sínodo para la Amazonía se instaló”, aunque avanza con lentitud, lo cual no impide que aparezca “en todos los encuentros, en todos los documentos, inclusive en la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe. Realmente es un clamor expreso y ya se necesitan ciertas respuestas”, exigiendo presencia de las mujeres “en espacio de gobernanza también”.

Un material precioso y amplio

Ha sido “una etapa importante en el proceso sinodal”, destaca el padre Agenor Brighenti, poniendo de manifiesto “que hay un compromiso muy estrecho con la renovación del Concilio, un compromiso muy explícito también con la tradición eclesial latinoamericana, iglesias que han vivido un proceso sinodal desde la Primera Asamblea de la Iglesia y que también han estado en sintonía con el Sínodo para la Amazonía”.

El resultado ha sido “un material precioso y amplio”, con una metodología que sorprende, especialmente a “aquellos que nunca han sido muy escuchados, que no han tenido mucho espacio, que a veces han sido distanciados, que han sido colocados al margen de las comunidades”. Una fase que ha puesto de manifiesto la “conciencia de hacer del Bautismo la fuente de la vida eclesial”, de “superar cualquier tipo de relación vertical en la Iglesia”, de “multiplicar los ministerios, especialmente que las mujeres tengan acceso a los ministerios”, algo que, siendo difícil, responde a “las necesidades de nuestras comunidades”. Eso en una Iglesia “con gran libertad para escuchar, para decir, para buscar sintonía con el otro, aunque no se esté de acuerdo”.

Un peregrinaje eclesial sinodal

Analizando la Etapa Continental, Mons. Miguel Cabrejos insiste en que “el sentir de toda la gente es el de estar viviendo real y verdaderamente un kairós, un tiempo de gracia, guiado por el Espíritu de Dios”, que en América Latina y el Caribe se ha concretado en “un peregrinaje eclesial sinodal” en los cuatro encuentros regionales, donde “ha estado el pueblo de Dios en pequeño, representado”, en una experiencia que “ha sido sinodal”.

“Hemos estado caminando juntos, hemos sentido juntos, hemos escuchado juntos los pareceres, las preocupaciones y también los aportes, ha sido un verdadero caminar juntos, sinodal”, dijo enfatizando que “ha habido un verdadero espíritu de comunión”. Un proceso que “se ha desarrollado en un ambiente espiritual”, a lo que ha ayudado mucho “el método de la conversación espiritual”, que “permite escuchar lo que Dios quiere para su Iglesia, a todos”, insiste el presidente del Celam. Desde ahí resalta que “se está implementando, se está acentuando un nuevo modo de ser Iglesia sinodal”.

El Sínodo de toda la Iglesia

Estamos viviendo “el Sínodo de toda la Iglesia, del Pueblo de Dios que participa. Los sujetos, los actores, no son solo los obispos, sino el Pueblo de Dios que es sujeto de la Iglesia”, según el padre Giacomo Costa. El jesuita italiano ve interesante en la Etapa Continental “el diálogo entre iglesias con la Iglesia universal”, y junto con eso, que es algo bastante nuevo, que “cada continente ha hecho una cosa distinta”, viendo las comunidades de discernimiento como expresión de que “el Pueblo de Dios no está de una parte y los obispos de la otra, y esta capacidad de hablar juntos es fundamental para volver a comprender un modo de ser y caminar como Iglesia”.

Se trata de conversaciones que los obispos ven como “una ayuda muy importante que no disminuye su ministerio como obispos, sino que lo enriquece, lo profundiza y hace que las decisiones que se toman sean el fruto de reflexiones de diferentes partes”, según el padre Costa.

El uniformismo conlleva pobreza espiritual

En la misma línea, Mons. Luis Marín de San Martín ve esta Etapa como “particularmente novedosa”, que según el subsecretario de la Secretaría General del Sínodo “nos abre a la pluralidad de la Iglesia”, pues “el uniformismo, además de empobrecedor, no es cristiano. Debemos hacer posible también que la variedad cultural enriquezca a toda la Iglesia”, a pesar de que hay quienes “les cuesta admitir la pluralidad, la diferencia”, lo que “conlleva pobreza espiritual”. Desde ahí no duda en afirmar que “el modelo occidental vigente no es, ni mucho menos, el único ni debemos pretender imponerlo en todas las latitudes”.

Una fase que a través del discernimiento comunitario ha llevado a “ponerse en actitud de escucha profunda del otro, procurando entender lo que quiere transmitir, sin juzgarle. Para luego buscar los puntos en común y discernir qué es lo que Dios quiere en concreto de nosotros”. Se trata de no actuar con ideas preconcebidas, de dejarse sorprender, de no tener la mente y el corazón bloqueado, de no caer en la tentación de “creer saberlo todo y no necesitar aprender de nadie”.

No podemos olvidar la necesidad de “ser protagonistas en la Iglesia, todos”, de “reconocer la dignidad de bautizados de todo el Pueblo de Dios, cada uno según su vocación”. Por eso, insiste en que “el testimonio cristiano, si es auténtico, es siempre entusiasta”, dado que “la fe cristiana no se basa prioritariamente en principios, normas o ideas, sino en la experiencia del Señor resucitado”, evitando caer en “la tentación del pesimismo y de la amargura”, subrayó el religioso agustino.

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