Desde hace años, el jefe de la Asamblea Nacional de las Primeras Naciones, Phil Fontaine, agradece las palabras de Francisco a los pueblos indígenas: la curación y la reconciliación se consiguen mejor a través del perdón y aquí teníamos al Santo Padre pidiéndolo delante de nosotros.
Por Alessandro De Carolis y Lydia O’Kane – Vatican News
Desde ayer la Colina de los Osos será también la Colina de la Reconciliación. Una tierra antigua en la que se respira con sentido de veneración el aire y el suelo de los padres y antiguos Jefes, y como ayer también una tierra que lleva las marcas de un Jefe que vino desde lejos para pedir idealmente perdón de rodillas por tantas crueldades cometidas, que ni siquiera debieron ser imaginadas. Pues esto es lo que lee uno de los actuales líderes de las Primeras Naciones canadienses, Phil Fontaine, en las palabras y gestos ofrecidos ayer por Francisco en su primer encuentro con los pueblos indígenas en Maskwacis.
Un momento especial
Fontaine, durante años Jefe Nacional de la Asamblea de las Primeras Naciones, conoce bien el antiguo drama y el esfuerzo actual por sanar una memoria que lucha por curar sus heridas. Los «abusos físicos, verbales, psicológicos y espirituales» cometidos incluso por la Iglesia católica contra los niños indígenas del pasado están ahí, en las tumbas que salpican el verde que rodea la iglesia de Nuestra Señora de los Siete Dolores y en esa larga tela roja con los nombres de las pequeñas víctimas. Sin embargo, para el líder indígena desde ayer también hay algo más memorable, la presencia y la palabra del Papa. No todos los días una de las figuras públicas más poderosas del mundo», dice al micrófono de Christopher Wells, uno de nuestros enviados, «se presenta ante una comunidad de antiguos alumnos de colegios residenciales y sus familias, procedentes de comunidades muy alejadas de este país, y se humilla y pide perdón a los supervivientes». Personalmente, creo que hizo falta mucho valor y humildad, y fue un momento especial».
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El lugar del perdón
Fontaine cree firmemente en la necesidad de curar lo que aún sangra, para que el futuro de los pueblos indígenas se apoye en un pasado visto bajo una nueva luz. Aunque cree que dependerá de cada persona aceptar y considerar la petición de perdón del Papa, señala que también es importante tener «un lugar donde podamos perdonar«. «Todavía tenemos«, señala, «el problema de las tumbas sin marcar, todavía está la cuestión de los registros» y la cuestión de la tierra«. Pero hay más, señala, la cooperación mostrada por la Iglesia local y la Santa Sede, que, por ejemplo, permitió a un investigador pasar un tiempo en el Vaticano y rastrear cientos de fotos de estudiantes de internados. Para el líder indígena, esto es un ejemplo de esos «pasos prácticos que podemos dar juntos».
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