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Viacrucis en el Coliseo de Roma, 14 meditaciones desde el corazón del Papa Francisco

El Papa Francisco desde la Casa Santa Marta ha seguido el desarrollo del Viacrucis que este año ha preparado él mismo (por primera vez en su pontificado) para este 29 de marzo, Viernes Santo, a las 21:00 horas locales, en el que han participado unas 25.000 personas.

14 estaciones representadas en el Coliseo en Roma – cinco internas y nueve externas – por familias, jóvenes, estudiantes, matrimonios, misioneros, migrantes y refugiados de guerra.

Una gran cruz en la parte central del milenario lugar, iluminada con veladoras. Cada estación fue ilustrada con paneles, representando cada escena, con dibujos pintados por Jean Doménico Tiepolo, obras expuestas en la iglesia de San Pablo en Venecia.

Los organizadores han explicado que son pinturas de gran implicación emocional, con un diseño gráfico que tiende a realzar su contorno a través de una técnica llamada efecto de paralaje, así se ha conseguido una tridimensionalidad muy eficaz incluso con el uso de luces y sombras dando la impresión de que un primer plano se mueve con relación en un fondo.

“En oración con Jesús en el camino de la cruz”, fue el tema de las meditaciones que ha escrito el Papa Francisco en torno al viacrucis, con textos inspirados en el Año de la Oración, en preparación al Jubileo de 2025. Fueron reflexiones con un carácter profundamente meditativo, un acto de espiritualidad con Jesús en el centro.




1. Silencio fecundo

Cuando Jesús es condenado a muerte guarda silencio, pero “un silencio fecundo”, que es oración, mansedumbre, perdón como “vía para redimir el mal, para convertir tus sufrimientos en un don que nos ofreces”.

El Papa ha planteado de que apenas conocemos poco de Jesús “porque conozco poco tu silencio, porque en el frenesí de las prisas y del hacer, absorbido por las cosas, atrapado por el miedo de no mantenerme a flote o por el afán de querer ponerme siempre en el centro, no encuentro tiempo para detenerme y quedarme contigo”.

2. Llevar nuestra cruz

Aún cuando “nosotros también cargamos nuestras cruces”, siempre inquirimos: “Jesús, ¿cómo rezar ahí? ¿Cómo hacerlo cuando me siento aplastado por la vida, cuando un peso oprime mi corazón, cuando estoy bajo presión y ya no tengo fuerzas para reaccionar?”.

La respuesta de Jesús es sencilla: «Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré» (Mt 11,28). Aunque muchas veces Jesús nos dice “vengan a mí”, el Papa recordó que Cristo “ha venido a nosotros para tomar nuestra cruz sobre tus hombros, y quitarnos su peso”.

Esto es lo que el hijo de Dios desea: “que descarguemos en ti nuestros cansancios y sinsabores, porque quieres que en ti nos sintamos libres y amados. Gracias, Jesús. Uno mi cruz a la tuya, te traigo mi fatiga y mis miserias, pongo en ti todo el agobio que tengo en mi corazón”.

3. Saber amar

El Pontífice ha dicho que el amor “es el estímulo que te hace levantarte y seguir adelante. Porque el que ama no se queda derrumbado, sino que vuelve a empezar; el que ama no se cansa, sino que corre; el que ama vuela”.

“Jesús mío, siempre te pido muchas cosas, pero necesito sólo una: saber amar. Caeré en la vida, pero con amor podré volver a levantarme y seguir adelante, como hiciste tú, que tienes experiencia en las caídas”, apuntó.

Una vida de predicación en continuas caídas: de Dios a hombre, de hombre a siervo, de siervo a crucificado, hasta el sepulcro; “caíste en la tierra como semilla que muere, caíste para levantarnos de la tierra y llevarnos al cielo. Tú que levantas del polvo y reavivas la esperanza, dame la fuerza para amar y volver a empezar”.

4. Mirada de la memoria

En la cuarta estación “Jesús encuentra a su madre”, el Santo Padre asegura que “la mirada de la propia madre es la mirada de la memoria, que nos cimienta en el bien. No podemos prescindir de una madre que nos dé a luz, pero tampoco de una madre que nos encarrile en el mundo”.

Por eso implora a María: “Detén mi carrera, ayúdame a hacer memoria: a custodiar la gracia, a recordar el perdón y las maravillas de Dios, a reavivar el primer amor, a saborear de nuevo las maravillas de la providencia, a llorar de gratitud”.

5. Dejarse ayudar

Con la quinta estación llega el Cirineo. Aunque “no es fácil confiar, y menos aún abandonarse”, pero Jesús acostumbrado a abandonarse en la oración no desdeña la ayuda de quien quiere ayudarlo a llevar el pesado madero, mostrándole sus “fragilidades a un hombre sencillo, a un campesino que vuelve del campo”.

“Gracias porque, al dejarte ayudar en tu necesidad, borras la imagen de un dios invulnerable y lejano. Tú no te muestras imbatible en el poder, sino invencible en el amor, y nos enseñas que amar significa socorrer a los demás precisamente allí, en las debilidades de las que se avergüenzan”, explicó.

6. Gesto de consuelo

La Verónica se abre paso entre la multitud, mientras otros abuchean al hijo de Dios. Esta mujer “no habla, actúa. No protesta, se compadece. Va contra la corriente, sola, con la valentía de la compasión”. Enjuga el rostro del Salvador.

Ella se “arriesga por amor, encuentra la manera de pasar entre los soldados sólo para brindarte el consuelo de una caricia en el rostro. Su gesto pasará a la historia y como un gesto de consuelo”.

7. Volvernos a levantar

Jesús cae por segunda vez, porque “la cruz pesa mucho; lleva en sí el peso de la derrota, del fracaso, de la humillación”. Comprendemos que tocamos fondo cuando “volvemos a caer, cuando recaigo en mis errores, en mis pecados, cuando me escandalizo de los demás y luego me doy cuenta de que yo no soy distinto de ellos”.

“No hay nada peor que sentirse decepcionado de sí mismo”, sin embargo, en Jesús tenemos la esperanza que “nunca acaba”, porque “después de cada caída nos volvemos a levantar, porque cuando me equivoco no te cansas de mí, sino que te acercas más a mí”. La vida vuelve a empezar con el perdón.

8. Grandeza de las mujeres

Jesús encuentra y consuela a las mujeres de Jerusalén. Es la gente sencilla que esperó hasta el final – en especial las mujeres –quienes lloran por ti “por el mal y el pecado del mundo”.

“Ayúdanos a reconocer la grandeza de las mujeres, las que en Pascua te fueron fieles y no te abandonaron, las que aún hoy siguen siendo descartadas, sufriendo ultrajes y violencia”, comentó el Papa, en especial, por aquellas que sufren los horrores de la Guerra ante sus hijos “desnutridos y hambrientos sin tener siquiera más lágrimas que derramar”.

9. Caridad fecunda

Frente a un Jesús despojado de sus vestiduras, cabe preguntarse: ¿te amo yo de verdad en los pobres, en tu carne herida? ¿Rezo por los que han sido despojados de dignidad? ¿O rezo sólo para cubrir mis propias necesidades y revestirme de seguridad?”.

“Porque tú no miras las apariencias, sino el corazón. Y no quieres una oración estéril, sino fecunda en caridad. Dios despojado, ponme al descubierto también a mí. Porque es fácil hablar”, ha escrito el Santo Padre.

10. El poder del perdón

Jesús es crucificado. “Te perforan las manos y los pies con clavos, lacerando tu carne, y justo ahora, mientras el dolor físico se hace más insoportable, brota de tus labios la oración imposible, perdonas al que te está hundiendo los clavos en las muñecas”.

En la cumbre del Gólgota “nos revelas la altura de la oración de intercesión que salva al mundo. Jesús, que yo no rece sólo por mí y por mis seres queridos, sino también por los que no me quieren y me hacen daño; que yo rece según los deseos de tu corazón, por los que están lejos de ti; reparando e intercediendo en favor de los que, ignorándote, no conocen la alegría de amarte y de ser perdonados por ti”.

11. Clamar a Dios

En la undécima estación el mundo es testigo de tu grito de abandono, porque “Tú, Dios del cielo, que no replicas estruendosamente ninguna respuesta, sino que preguntas ¿por qué? En el ápice de la Pasión experimentas el alejamiento del Padre y ya ni siquiera le llamas Padre, como haces siempre, sino Dios, como si fueras incapaz de identificar su rostro”.

Ese grito “por qué” se ha convertido en un salmo, convirtiendo así “en oración incluso la desolación más extrema. Esto es lo que hay que hacer en las tormentas de la vida; en vez de callar y aguantar, clamar a ti”.

12. Icono del amor

En el último minuto de su vida un malhechor “se encomienda a ti y tú lo encomiendas contigo al Padre”, porque crees en “el Dios de lo imposible” al punto que “haces santo a un ladrón. Y no sólo eso: en el Calvario cambias el curso de la historia. Conviertes la cruz, que es emblema del tormento, en icono del amor”.

“Transformas la oscuridad en luz, la separación en comunión, el dolor en danza e incluso el sepulcro ―última estación de la vida― en punto de partida de la esperanza”, acotó el Papa.

Todo en poder inaudito el de la oración, puesto que “a veces pienso que mi oración no es escuchada, mientras que lo esencial es perseverar, tener constancia, acordarme de decirte: Jesús, acuérdate de mí”.

13. Sí al amor de Dios

Cuando Jesús es bajado de la Cruz y entregado a su madre María es el momento más doloroso, pero ella es ejemplo de “sí” como adverbio de afirmación, en cambio muchos de nosotros estamos llenos de “si” como conjunción condicional: “si yo hubiera tenido mejores padres, si me hubieran comprendido y amado más, si mi carrera hubiera ido mejor”.

Acostumbrados a siempre buscar “el porqué de las cosas, nos cuesta vivir el presente con amor”, por eso hay que pedir a María: “Ayúdame a decirle ‘sí’ a Dios, ‘sí’ al amor. Madre de misericordia, vivimos en un tiempo despiadado y necesitamos compasión: tú, tierna y fuerte, úngenos con mansedumbre; deshaz las resistencias del corazón y los nudos del alma.

14. Profeta del valor intrépido

Cuando Jesús es llevado al sepulcro que Jose de Arimatea había dispuesto “sin saber que un sueño imposible y maravilloso se hará realidad allí mismo, en el sepulcro que le diste a Cristo cuando pensabas que él ya no podía hacer nada más por ti”.

Esta acción nos recuerda que José de Arimatea es “el profeta del valor intrépido”, quien en medio de las amenazas acude al temido Pilatos “y le ruegas que te permita darle a Jesús la tumba que habías mandado a construir para ti”.

“La oración perseverante da fruto y atraviesa incluso las tinieblas de la muerte; que el amor no se queda sin respuesta, sino que regala nuevos comienzos. Tu sepulcro, que ―único en la historia― será fuente de vida, era nuevo, recién labrado en la roca”, finalizó.

Foto: Vatican News

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