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Mons. Miguel Cabrejos: «Hay que volver a la pureza explosiva del Evangelio, tenemos que volver a ser sal y no miel»

En el tercer domingo de Adviento, Monseñor Miguel Cabrejos nos recuerda que la Palabra Santa está marcada de nuevo por la figura de Juan el Bautista que ahora aparece junto a Cristo, «el que tenía que venir,» el salvador.

Somos testigos de la esperanza y cada día nos acercamos a su encuentro, el que revela los signos de su presencia, renovará nuestra mirada y nos dará motivos para superar la tristeza.

Una fuerza escandalosa

En su análisis sobre el contenido de la Sagrada Escritura, el presidente del Celam, explica que antes de delinear el retrato de Juan, Jesús traza su identidad a través de diversos signos que nos anuncian la salvación y la liberación. «Ciegos, cojos, leprosos, sordos, mudos, y pobres proclaman la venida del Reino de Dios en las palabras y en las obras de Cristo,» indica.

Y en esta fisonomía de carácter autobiográfico que hace Jesús, el prelado destaca en particular la bienaventuranza con la que concluye: «Bienaventurado el que no se escandaliza de mi». Frase que, según el prelado, nos invita a encontrar la fuerza “escandalosa” del cristianismo contra ciertos ablandamientos, ciertos compromisos o reducciones. «Hay que volver a la pureza explosiva del Evangelio, tenemos que volver a ser sal y no miel, debemos “escandalizar” a los bien pensantes por nuestro empeño decidido por los enfermos y sufrientes, los pobres y los marginados, los enfermos y drogadictos» afirma.

Por lo que -insiste- debemos rechazar, ciertas expresiones de lo que califica es una “religiosidad dulzona y mágica, visionaria y sentimental, reconduciendo al centro con toda su fuerza el escándalo de la cruz”. Así Mons. Cabrejos asegura que cada domingo, al escuchar el Evangelio «el creyente vence el escándalo del mundo que hace caer en el polvo y acoge en plenitud el escándalo de la cruz que purifica, eleva y salva».

Luces y sombras

Reflexiones en las que el prelado parte del «escándalo» como el vocablo de origen griego que se entiende desde lo literal, como esa piedra de tropiezo o el obstáculo que busca hacer caer a una persona. En este sentido asegura que la Biblia revela dos aspectos de este «escándalo» que bien pueden interpretarse desde lo positivo o lo negativo.

Refiriéndose a lo negativo, el presidente de la Conferencia Episcopal peruana advierte sobre la lista de escándalos que la Biblia señala e invaden de alguna forma la historia de la humanidad.

Entre ellos aparecen las diversas expresiones de la idolatría, como es el caso del poder, la violencia, la tecnología y la economía que ignoran por completo el lamento de los pobres, las necesidades de los humildes e ignoran sin reparo la caída de las víctimas.

Igualmente advierte que otra de las formas en que se expresa «el escándalo es el mal ejemplo de los creyentes incluso de los mismos hombres de la Iglesia” que se encuentra en coherencia con el Evangelio de Mateo “Los levitas mismos han sido causa de tropiezo en el pecado para la gente de Israel… Se han alejado del recto camino y han sido tropiezo para muchos con sus enseñanzas,” situaciones que en otros capítulos se refiere a los apóstoles que pueden convertirse en esa piedra de tropiezo cuando “razonan según los hombres y no según Dios” o al mencionar las circunstancias en las que estos escándalos se cometen contra hermanos más frágiles.

Hechos que recuerda el arzobispo de Trujillo, también se hacen latentes en apartes de la primera carta del apóstol Pedro a los Corintios en la que «exhorta a renunciar a la propia libertad para no hacer caer a los hermanos más débiles y susceptibles de escandalizarse». Así asegura «en el interior del hombre también hay un escándalo y se alimenta en ese nudo que a menudo se anida en nuestro corazón, con todos sus vicios y malicias».

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Verdad que confronta

Para Mons. Cabrejos de la misma forma está el sentido positivo del escándalo en la Sagrada Escritura, como lo retrata el profeta Isaías “piedra de tropiezo, roca que puede hacer caer, un lazo y una trampa” imagen que para el obispo peruano busca «representar la obra del juicio que Dios debe cumplir al confrontar las vergonzosas estructuras de este mundo haciéndolas arruinar” o cuando Dios es escandaloso para el hombre, enceguecido ante el misterio del sufrimiento lo que aparece con claridad en el libro de Job y la blasfemia contra un Dios incomprensible. También aparece en el Salmo 73 que reconoce “por poco no tropezaban sus pies y vacilaban sus pasos” a causa de la injusticia triunfante ante la cual Dios parece en apariencia impasible e indiferente, relegado en sus cielos dorados.

Entonces -continúa el obispo- Jesús escandaliza a sus conciudadanos por su modesto origen, a los fariseos con sus palabras, a los discípulos del Bautista con sus obras y su muerte.

Para Monseñor Cabrejos la persona de Jesús es “puesta para ruina de muchos, signo de contradicción”, como diría Simeón en su oráculo o Pablo, de manera lapidaria, al escribir a los Corintios “Cristo crucificado es escándalo para los judíos,” aspecto positivo en cuanto señala nuestra fragilidad y no deja de cuestionar sobre la necesidad de un verdadero cambio al interior del corazón que se traduzca en actitudes extrañas para muchos pero convencidas de su querer para un hombre que no excluye y trabaja con denuedo para que su presencia aliente la vida de muchos.


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