En el segundo domingo de Adviento, Monseñor Miguel Cabrejos nos recuerda que la Palabra Santa, presenta la figura de un hombre determinante en la historia de la salvación, el que allanó los caminos, el precursor; San Juan Bautista, el mismo que nos invita a preparar el corazón porque ciertamente el Señor está cerca.
Disponer el corazón
Una voz que desde el desierto nos llama al cambio a la revisión de nuestras actitudes, para permitir que el Niño Dios nazca en cada uno de nosotros.
Analizando el contenido de la Sagrada Escritura el presidente del Celam asegura que la voz del precursor sigue resonando en el alma de los creyentes y la Iglesia, por lo que debemos revestirnos con los mismos sentimientos de Cristo para dar un paso hacia la novedad del cambio, la transformación interior.
Comparando la figura de San Juan Bautista con la de un roble, el prelado indica que el perfil que propone la liturgia de este hombre, tiene rasgos particulares que vale la pena analizar, entre ellos su voz, el vestido que porta, el alimento, el ambiente que le rodea y el auditorio que alcanza.
Un signo de la misión
Al respecto, el presidente de la Conferencia Episcopal peruana, nos pide que nos detengamos en un aspecto en apariencia marginal pero de gran riqueza semántica: el vestido de San Juan Bautista. El último de los profetas vestía una túnica rústica y una correa de piel, vestimenta propia de los nómadas que «usaban vestido de camello o de cabras, contra la lluvia y el frio del invierno, pero frescos y vaporosos en el calor,» explicó.
Esta vestimenta, advirtió el obispo peruano es un signo específico de su misión. Particularmente la túnica de pieles, porque bien «sabemos que en todas las culturas el vestido lleva a cabo una función simbólica de gran importancia, tanto es así que nosotros llamamos “investidura” a la elección de una persona a una dignidad, o a una responsabilidad,» entonces la vestimenta es un signo de la misión que se nos ha encargado, incluso en la Biblia, la vestimenta en el caso de los monjes expresa con eficacia una actitud interior, una elección de vida hasta transformarse en un símbolo.
De ahí que exista una invitación implícita en la figura de San Juan Bautista a revestirse de Cristo, como aparece en el libro de los Gálatas o el Apocalipsis, cuando se refieren a la Iglesia y sus obras, hablando de “la vestimenta esplendorosa de lino blanco de la esposa del cordero”.
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Una decisión, un llamado
Continuando con el análisis de la vestimenta de San Juan Bautista y su poderoso llamado en este tiempo de Adviento, el Arzobispo de Trujillo indica que otro de los elementos importantes es la correa de piel, esa faja estrecha que servía para arremangar la vestimenta durante la caminata, por lo que afirma que aquí hay un proceso de interpretación simbólica según el cual el Emanuel, el “Dios con nosotros”, tendrá como correa la justicia y el cristiano, deberá ceñirse la cintura con la correa de la verdad,» en la misma manera que lo hizo San Juan Bautista.
Así la invitación es a comprender que el hábito o la vestimenta puede ser el signo de una decisión interior, una muestra clara de autenticidad y no de hipocresía.
«Lamentablemente -afirma el prelado- esto raramente sucede en nuestros días, donde la moda a menudo es signo de un vacío interior, de vanidad, de vulgaridad o derroche».
Finalmente Mons. Cabrejos afirma que San Juan Bautista revestido de Cristo, orienta el símbolo en una dirección diferente. El anticipa en cierto sentido el gesto de humildad que cumplirá Jesús cuando se incline a lavar los a pies de sus discípulos o como bien resume el proverbio oriental: “el vestido más maravilloso es aquel de la sencillez, la correa más noble es la verdad y el calzado más elegante es la humildad”.
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