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Mons. Miguel Cabrejos: «Nuestro desafío es construir justicia social, bien común, entre y con todos»

«Nuestro desafío es continuar la peregrinación por estos caminos de Latinoamérica y el Caribe con un solo norte: construir justicia social, bien común, entre y con todos,» afirmó Mons. Miguel Cabrejos al inaugurar el III Congreso latinoamericano y Caribeño de Doctrina Social de la Iglesia previsto del 21 al 23 de abril en la sede del Celam en Bogotá.

Agradeciendo la presencia del Cardenal Michael Czerny como Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, los expositores de la primera jornada y los invitados que participan en este III Congreso Latinoamericano de Doctrina Social de la Iglesia, encomendó los trabajos a Nuestra Señora de Guadalupe, patrona del continente.

 

Buscando nuevos caminos

El presidente del Celam aseguró que este congreso puede ayudar a buscar nuevos caminos, en diálogo sinodal, proponiendo pistas para seguir profundizando en el pensamiento social de la Iglesia, por cuanto busca encarnar la enseñanza social de la Iglesia en las realidades de nuestros pueblos y quiere abrir un nuevo proceso de reflexión y aplicación de la Doctrina Social en la acción pastoral. «Encarnar la enseñanza social de la Iglesia en las realidades de nuestros pueblos,» constituye una de las prioridades para el prelado.

Al destacar que el III Congreso, tiene como lema la frase “Dimensión social de la Sinodalidad: el clamor de los empobrecidos y de la tierra,” en medio del proceso que vive la Iglesia y a ejemplo de la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe, contará con participantes presenciales y remotos a los que extendió su saludo, recordando que en el documento de reflexiones y propuestas pastorales elaborado tras su realización, hay por lo menos 20 referencias a la necesidad de formación en el pensamiento social de la Iglesia.

Por lo que considera justo, oportuno y necesario, detenerse a mirar la realidad latinoamericana y caribeña a la luz de la enseñanza del mensaje evangélico, así como del magisterio social de la Iglesia; especialmente tomando como base las enseñanzas del papa Francisco, que en su opinión ha actualizado la Doctrina Social de la Iglesia.

 

Aportes desde la juventud

Haciendo memoria de lo que fue el primer congreso, realizado en Chile en 1991, cuando se cumplían cien años de la histórica Encíclica Rerum Novarum de León XIII, mencionó su importancia dado los procesos políticos de los pueblos que en ese tiempo retornaban a la democracia. Igualmente, durante el segundo congreso, efectuado en México, en el año 2006; un año antes de la V Conferencia General de Aparecida, recordó que se hicieron numerosos esfuerzos que aportaron a su implementación, generando diversos frutos pastorales para el continente comprendiendo la importancia de lo que sucedía en ese momento de la historia.

Por otra parte el prelado expresó su reconocimiento y gratitud por el amplio interés que ha despertado la Doctrina Social de la Iglesia en el continente, lo que se refleja en el centenar de personas que propusieron sus ponencias sobre el tema y serán presentadas en el marco del III congreso, lo que califica como un notable esfuerzo por generar conocimiento y aportar al pensamiento social de la Iglesia, por ende a la construcción de su doctrina social.

 

Superar la indiferencia

Mucho más cuando se trata de jóvenes adultos que se han dado a la tarea de escribir y reflexionar sobre los temas que han de ocuparnos como creyentes e individuos en ejercicio de nuestra ciudadanía.

Recordando que hace poco el Papa Francisco decía a los integrantes de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontífice que la solidaridad, la cooperación y el bien común son las piedras angulares de la doctrina social de la Iglesia, precisó que es importante «no permanecer indiferentes» como sociedad, ante las necesidades que a diario presenciamos, porque la respuesta a la injusticia y a la explotación «no sólo debe hacerse desde la denuncia sino, sobre todo, desde la promoción activa del bien,» tarea en la que advierte es necesario «colaborar sin miedo con cada uno por el bien de todos: sin cerrazones, sin visiones excluyentes y sin prejuicios».

Continuando con su reflexión Mons. Cabrejos aseguró que la realización de estudios e investigaciones para los jóvenes sobre nuevos modelos de desarrollo económico y social, es de vital importancia, pues en un suelo contaminado por el dominio de las finanzas, «necesitamos muchas pequeñas semillas que hagan brotar una economía justa y beneficiosa, a escala humana y digna del hombre».

Realidad y esperanza

Para Mons. Cabrejos es necesario,  trabajar para encarnar lo dicho por el Santo Padre. “Necesitamos posibilidades que se conviertan en realidades que den esperanza,” porque nuestra Patria Grande requiere más que nunca realidades que nos animen. No sólo en la economía, sino también en otros aspectos de la vida humana: lo cultural, lo social, lo ecológico y lo político,” insistió.

En esta línea relató que hace ya unas décadas nuestro continente retornó de una oscura noche de dictaduras, que cubría casi toda América Latina y el Caribe. Sin embargo, muchos siguieron de cerca el sufrimiento de varias naciones que aún sufren la ausencia de la democracia.

Y en aquellas donde la democracia política ha sido restablecida, se hace necesario completarla con democracia económica y el cuidado a la Casa Común, sin lo cual la solidez de nuestras instituciones no estará asegurada. Ello permitirá evitar los riesgos o las tentaciones populistas que solo traen consigo más sufrimiento para los pueblos.

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Política, expresión de la caridad

Con el fin de cumplir este objetivo el arzobispo peruano insistió en que es necesario que los laicos y laicas -desde sus legítimas y distintas opciones y sin olvidar que el Evangelio de Jesucristo- aporten, al diálogo con otros, la construcción de sociedades donde todos y todas tengan acceso a lo necesario para una vida digna, según la condición de hijos de Dios.

Si bien existe conciencia de las críticas sobre la politización de la Iglesia que se usan para descalificar su misión en este plano, tenemos que decir una y otra vez, conforme a la tradición del magisterio pontificio: la política es una de las más altas expresiones de la caridad. Es cierto que no es bueno, ni propio que el clero asuma roles partidistas. Sin embargo, es muy bueno y propio que los laicos y laicas que tienen vocación al servicio público que participen en aquellas organizaciones que obedeciendo a una recta conciencia ayudan a construir una sociedad más justa y buena.

De acuerdo con esto aseguró que es muy necesario que el clero asuma en este espacio un rol relevante: debe alentar y acompañar espiritualmente a los católicos que, desde su vocación, ejercen roles políticos. Acompañar no para imponer decisiones, sino para apoyar la búsqueda de fidelidad cristiana en medio de esta compleja actividad, porque sin duda que los fieles cristianos que viven su fe, serán capaces de dialogar con altura desde sus diversos puntos de vista y ayudarán a encontrar caminos que podemos llamar sinodales y están pensados para alcanzar el bienestar de todos los miembros de la sociedad.

 




 


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