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Opinión: ¿Una Iglesia al gusto del mundo?

Ante la cercanía de la primera sesión de la Asamblea del Sínodo de los Obispos son diversas las opiniones frente al proceso, al respecto el Card. Felipe Arizmendi obispo emérito de San Cristóbal de las Casas en México, nos invita a implorar la presencia del Espíritu Santo, tanto para quienes harán parte del Sínodo, como para quienes desconfían y aún les cuesta comprender que en la diversidad hay riqueza y no amenaza, que somos hijos del mismo Padre.

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En octubre próximo, en Roma, se llevará a cabo la primera sesión del Sínodo de los Obispos, para tratar el tema de la sinodalidad en la Iglesia, es decir, sobre cómo caminamos juntos, puesto que somos un solo cuerpo, un solo Pueblo de Dios, y qué hacer para vivir este misterio, tomándonos todos en cuenta, pues la Iglesia no somos sólo los obispos y el Papa. Y en este propósito, han surgido varias propuestas de no excluir a personas con tendencias homosexuales, a divorciados vueltos a casar, a sacerdotes que han dejado el ministerio presbiteral, así como considerar la posibilidad de ordenar sacerdotes a mujeres y a hombres casados, haciendo a un lado la ley del celibato sacerdotal.

En la síntesis que presentó México, se dice: “Escuchar y atender a todas las voces en su verdad, dejando de lado toda forma de división, prejuicio y estereotipo, pues estos últimos secan nuestras raíces comunitarias y nos hace dar pocos frutos… Generar confianza. Buscar formas de acercamiento con divorciados, personas con diferentes preferencias sexuales”.

En el aporte que hizo América Latina y El Caribe, se afirma: “En varios llamados se recuerda que en el espíritu de Jesús hay que ser inclusivos con comunidades LGBTIQ+, parejas en segunda unión, sacerdotes que quieran regresar a la Iglesia en su nueva situación… Sinodalidad significa no esperar que la gente venga, sino salir nosotros al encuentro”.

Y en el Instrumentum laboris, que es el documento que ofrece una síntesis mundial de los aportes recibidos, y que servirá de apoyo para las discusiones durante el Sínodo, se dice: “Entre los que piden un diálogo más incisivo y un espacio más acogedor encontramos a quienes, por diversas razones, sienten una tensión entre la pertenencia a la Iglesia y sus propias relaciones afectivas, como, por ejemplo: los divorciados vueltos a casar, los padres y madres solteros, las personas que viven en un matrimonio polígamo, las personas LGBTQ. Las síntesis muestran cómo este reclamo de una acogida desafía a muchas Iglesias locales: la gente pide que la Iglesia sea un refugio para los heridos y rotos, no una institución para los perfectos. Quieren que la Iglesia salga al encuentro de las personas allí donde se encuentren, que camine con ellas en lugar de juzgarlas, que establezca relaciones reales a través de la atención y la autenticidad, y no con un sentimiento de superioridad. También revelan incertidumbres sobre cómo responder a ellos, y expresan la necesidad de un discernimiento por parte de la Iglesia universal… Por otra parte, los que han dejado el ministerio ordenado para casarse también piden mayor acogida y apertura al diálogo” (No. 39).

“Casi todas las síntesis plantean la cuestión de la participación plena e igualitaria de las mujeres. Sin embargo, no concuerdan en una respuesta única o exhaustiva a la cuestión de la vocación, la inclusión y la valoración de las mujeres en la Iglesia y en la sociedad. Muchas síntesis, tras una atenta escucha del contexto, piden que la Iglesia continúe el discernimiento sobre algunas cuestiones específicas: el papel activo de las mujeres en las estructuras de gobierno de los organismos eclesiásticos, la posibilidad de que las mujeres con una formación adecuada prediquen en los ambientes parroquiales, el diaconado femenino. Se expresan posturas mucho más diversificadas con respecto a la ordenación sacerdotal de las mujeres, que algunas síntesis reclaman, mientras que otras la consideran una cuestión cerrada” (No. 64).

Discernir

El hecho de plantear estas inquietudes, ¿significa que nuestra Iglesia quiera ajustarse a las modas del mundo actual, que ya no sea pecado lo que sí es, que traicionemos  el proyecto de Jesús? Nada de eso. Es pedir que vivamos el Evangelio de Jesús en las nuevas circunstancias que estamos viviendo. Además, escuchar estas y otras voces no significa que, por mayoría de votos, hagamos la Iglesia al gusto del mundo. Se hace mucha oración al Espíritu Santo para que ilumine a los sinodales; se escucha a todos, pero el discernimiento final corresponde al Papa, quien, después de escuchar, de consultar, de orar, decide lo más pertinente. Tengamos confianza en que el Papa no va a traicionar el Evangelio. El magisterio de la Iglesia no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio. Nuestro criterio de discernimiento no es la moda del mundo, sino lo que Dios dice, aunque sea contrario a las preferencias mundanas.

Jesús es muy claro: “Si el mundo los odia, sepan que antes me odió a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como algo propio, pero ustedes no son del mundo, porque yo los elegí de entre los que son del mundo. Por esto el mundo los odia… Cuando venga el Consolador, a quien yo les enviaré desde mi Padre, el Espíritu de la Verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí. Y también ustedes darán testimonio, porque han estado conmigo desde el principio” (Jn 15,18-19.26-27). “Yo les he comunicado tu palabra, pero el mundo los odió, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los cuides del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad. Tu palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, también yo los envié al mundo, y por ellos me consagro, para que ellos sean consagrados en la verdad” (Jn 17,14-19).

En el documento preparatorio para esta asamblea sinodal, se afirma: “Los Pastores, como auténticos custodios, intérpretes y testimonios de la fe de toda la Iglesia, no teman disponerse a la escucha de la grey a ellos confiada: la consulta al Pueblo de Dios no implica que se asuman dentro de la Iglesia los dinamismos de la democracia radicados en el principio de la mayoría, porque en la base de la participación en cada proceso sinodal está la pasión compartida por la común misión de evangelización y no la representación de intereses en conflicto. En otras palabras, se trata de un proceso eclesial que no puede realizase sino en el seno de una comunidad jerárquicamente estructurada” (No. 14).

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Actuar

Pidamos al Espíritu Santo que ilumine a todos los participantes en esa asamblea sinodal, particularmente al Papa, para que, en fidelidad al Evangelio y a la santa Tradición, seamos la Iglesia que Jesús quiere, para ayudar a la salvación de la humanidad.


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